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1412 24 Septiembre 2013

 

Lección de civismo: los docentes movilizados
Efraín Poot

Mérida.- Las recientes movilizaciones protagonizadas por los profesores en todo el territorio nacional, fue la evidencia más contundente de que en México han quedado atrás los tiempos de la imposición unilateral de políticas gubernamentales y también de que el éxito de cualquiera de ellas pasa necesariamente por la participación activa de los directamente afectados, que va desde el diagnóstico a fondo de la problemática, el diseño, la implementación y la evaluación de las estrategias aplicadas para resolver los problemas.

Las marchas y paros de las bases magisteriales han sido las acciones para atraer la atención, tanto del gobierno federal, como de las dirigencias sindicales y partidistas, a quienes reclaman ser incluidos como parte activa fundamental de cualquier plan de reorganización del sistema educativo.

La protesta rebasó ampliamente los estrechos límites del actual sindicalismo magisterial, pues aunque en alguna medida inspirada, coincidente y solidaria con la de la disidente Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en realidad en muchas entidades, se desarrolló de forma paralela e independiente a ella.

En nuestra entidad así lo demuestra el éxito masivo alcanzado por la espontánea convocatoria a la protesta magisterial lanzada a través de las redes sociales de internet, que se autodenominó “Docentes Unidos por Yucatán”. Acudieron a ella antiguos luchadores por la democracia del SNTE, pero sobre todo jóvenes profesores, quienes en reiteradas ocasiones han visto frustradas sus expectativas de seguridad laboral, capacitación profesional y mejoramiento de instalaciones.

La incredulidad de los profesores hacia los planes reformadores se basa en la experiencia, ya que cotidianamente son víctimas o testigos de injusticias, presiones, hostigamiento y favoritismos que aún se cometen en el proceso de ingreso, basificación y ejercicio docente, pues son cada vez más el número de maestros que, independientemente de su rendimiento y experiencia laboral, van siendo limitados a escasas horas de docencia como suplentes o quedan de plano desocupados.

En el contexto de la inseguridad en el empleo se encuentra la defensa que algunos mentores hacen del “derecho” a heredar las plazas, que ha dado pie a la descalificación de todas las acciones de protesta y el linchamiento mediático, que a su vez ha generado desinformación entre amplias capas de la población afectada, y suscitado, por fortuna, ligeras confrontaciones con los profesores movilizados.

Aunque todavía es prematuro hacer un balance final de los alcances y limitaciones de la movilización de los docentes, sin duda una de las lecturas inmediatas es que la espontaneidad, la relación horizontal que prevalece entre los involucrados, y los motivos profundos que tienen para reclamar el derecho a ser escuchados e involucrados directamente en la construcción de un nuevo y mejor sistema educativo, son su mayor fortaleza.

Por tanto de los maestros y de nadie más, depende organizarse mejor para afrontar el porvenir y continuar en los hechos con esta lección de civismo que nos han dado fuera de las aulas.

 

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