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1412 24 Septiembre 2013

 

Pagar para perder
Cordelia Rizzo

Monterrey.- Después de haber culpado a los maestros de la CNTE y del SNTE por el malestar educativo en el país y hacerlos chivos expiatorios, como si en el sistema educativo no existieran niños, padres de familia y directivos, me parecía que era importantísimo examinar lo que consideramos “la alternativa” a este muy mentado desorden nacional. 

Algo me despertó la noticia de la expulsión de la niña del The Hills Institute de Cumbres, pues pasé mis años formativos en colegios privados y he sido profesora de tres instituciones privadas a nivel medio superior y superior. La manera en la que fue echada la niña por ser hija de dos hombres, me recordó anécdotas propias y ajenas sobre cómo opera la disciplina en los colegios de paga supuestamente laicos. 

Los colegios más exclusivos presumen ser los formadores de los cuadros de líderes empresariales (en Monterrey, parece que por añadidura de todos los demás tipos de liderazgo). Cobran, a veces mucho, por garantizar ubicar a los estudiantes en los mejores caminos que ofrece la sociedad, pues “infancia es destino”.

No avalo la idea de que la sociedad necesariamente opera como implícitamente la entienden la mayoría de los colegios de paga. Pero es cierto que el despliegue de racismo y desdén hacia la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación tiene uno de sus epicentros en las burbujas de la formación educativa que aísla a los niños y adolescentes de la realidad de México. 

Esto no es nuevo; pero hay que hablar de la escuela de paga porque así abordamos la configuración de una serie de aspiraciones sociales que están embebidas en la política educativa y en la opinión pública.

Bastó un llamado a compartir experiencias a contactos de Facebook para que en tres días se acumularan una serie de denuncias que dan un esbozo del origen de la discriminación hacia la menor en el The Hills Institute, y que es inherente al sistema de educación privada.

Denunciaron, entre otras cosas, cursos de educación sexual que condenaban las prácticas sexuales que no condujeran a la procreación, maestros que respondían a cuestionamientos sobre la adecuación de sus instalaciones para personas con discapacidad señalando como “grilla” propia de las universidades o preparatorias públicas (expresando un prejuicio clasista), satanización de expresiones de despertar sexual, preferencia por alumnos de tez más clara, censura –en épocas recientes– de grupos estudiantiles cuyo objetivo era ser difusores de información sobre salud sexual... Estas denuncias van desde finales de los 80’s hasta 2011, tanto de colegios religiosos como laicos.

Ojalá que con la expulsión de la niña del Hills Institute se dé una buena discusión sobre las esperanzas que subyacen a la privatización de la empresa educativa.

 

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