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1483 1 Enero 2014

 

2013: Recuento de los daños
Pablo Vargas González

Pachuca.- Todavía no se hace de manera completa un balance de lo que sucedió en México y en el mundo y mucho menos cómo nos afectará, no sólo en el 2014 sino en toda una generación. Será pertinente hacer balances de la política, de los partidos y de la sociedad civil. Los acontecimientos mundiales también nos marcan severamente, puesto que no son claros los derroteros del siglo XXI, y confío que es en este momento donde las masas y la ciudadanía tienen mucho que decir.

En Siria hay un genocidio en marcha, y los organismos internacionales muestran tibieza dado que existen crímenes contra la humanidad por parte de los dos bandos (gobierno y rebeldes) que son apoyados por los gigantes militares Rusia y Estados Unidos, regresándonos a los años 60 de la guerra fría. La regresión es real, un valiente tránsfuga de los servicios de inteligencia de EUA, Edward Snowden mostró al mundo cómo el imperio permanece con sus viejas políticas de “vigilar” y “castigar” no sólo a los gobiernos, a sus gobernados norteamericanos y socios sino a todos, completamente a todos, gracias a la tecnología cualquier individuo que use teléfono celular y redes sociales está vigilado como sospechoso de terrorismo.

La tecnología militar del imperio sigue en todo su apogeo, nuevas máquinas e instrumentos de guerra se siguen aplicando para proteger los intereses más perversos, no de la sociedad sino de las grandes empresas transnacionales. Así ha ocurrido en Afganistán, en Irak y en Libia a través de fuerzas multinacionales al servicio de los Halcones de Washington, que se reproducen con este tipo de acciones en Siria e Irán.

La muerte de Nelson Mandela nos deja en situación de desamparo, el último gran hombre del siglo XX deja un legado de lucha a favor de los pueblos, de la sociedad y de los individuos, sin discriminación, que apoya la lucha pacífica combinada con la movilización de las masas y sus brazos de vanguardia, sólo así se llegó al poder frente a tiranos y déspotas que no iban a dejar el gobierno.

En este contexto de tiempo nublado, como decía Octavio Paz para señalar los momentos de oscuridad, llegaron las “reformas estructurales” por una generación de políticos jóvenes que se presentan así mismo como “orgullosos” de barrer con la historia, de destruir principios, y de desmantelar identidades construidas durante décadas. Son los hijos o nietos o ahijados de los que decían que la historia y la sociedad son mitos geniales.

Las verdades y certezas con las que crecimos y fuimos educados ahora son trastes viejos que hay que tirar a la basura. Llegamos al 2013 después de una elección presidencial poco creíble, que dejó un gran desencanto entre la sociedad. Llegó al poder una “nueva generación” de la vieja política con gran capacidad para pervertir a los adversarios y opositores (PAN y PRD) que hasta se pelean por agenciarse las iniciativas más depredadoras para la sociedad.

Los famosos cambios estructurales golpean en cada norma e iniciativa a los “representados” es decir a los gobernados, a quienes votaron por ellos. Así fue en la reforma laboral: las viejas centrales obreras y corporativas resentirán los cambios porque los jóvenes trabajadores ya no creen en el sistema corporativo. Lo mismo resultó con la reforma educativa, la calidad en la educación no llegará a miles de escuelas del campo, ni en zonas marginales donde se vota por una despensa.

Las reformas políticas, fiscal y energética han resultado un desastre para la mayoría de la población. Se han impuesto cinco cambios muy fuertes a la Constitución de tal suerte que la han destrozado, con el pretexto de ir a la modernización y “aprovechar la riqueza para el futuro”, se han impuesto cambios por la vía de la imposición y la sociedad mexicana ni siquiera sabe lo que le espera.

En 2013 los cambios que ha generado los grupos de poder hegemónico llegan cuando no se ha fortalecido la democracia ni las capacidades de la sociedad y de los ciudadanos para responder a las múltiples adversidades a que se enfrentarán: inseguridad pública, pobreza, desempleo, violencia social y de género y muchos etc. A pesar de que la sociedad civil está pasmada, la ciudadanía organizada, en barrios, escuelas y comunidades, es la única que puede enfrentar los retos del siglo XXI.

 

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