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1520 21 Febrero 2014

 

En sentido contrario
Samuel Schmidt

Ciudad de México.- En Toluca mucha gente se mete en sentido contrario para evitar un retorno distante diez metros; como la gente que viaja correctamente no se lo espera, los accidentes abundan y muchas veces son sangrientos. El que buscaba ganar tiempo, pierde tiempo, dinero y salud.

El ex candidato presidencial Roberto Madrazo tomó un atajo en un maratón internacional y llegó a la meta sin sudar, y como se dice, sin despeinarse, para levantar ufano los brazos en señal de victoria. Enlodó su reputación.

En Polanco, en la Ciudad de México, muchos autos se meten en sentido contrario para evitar avanzar tres cuadras. A la policía no hay que avisarle, también lo hacen.

Pienso que estas violaciones del reglamento de tránsito se debe a una tendencia del mexicano de tratar de lograr atajos; la idea, aunque sea errónea, de ahorrar tiempo, parece haberse arraigado en un pueblo famoso por su impuntualidad. Cuando alguien te dice que se trata de tiempo mexicano, ya sabes que se busca una justificación para llegar tarde.

Tal vez el problema vaya más allá del ahorro de unos minutos. No solamente se buscan atajos en los recorridos. Recientemente se colapsó una obra de la Comisión Federal de Electricidad, porque el constructor decidió ahorrar material; un atajo que costó una vida.

Una familia fue detenida por encapuchados con armas largas en Huitzilac; la madre y el hijo estuvieron secuestrados mientras el padre fue enviado a juntar siete millones de pesos en once horas. Cuando él solicitó el auxilio de la policía, lo único que consiguió fueron consejos de la forma como debía pagar el rescate; a final de cuentas y después de que uno de ellos se entretuvo toqueteando a la mujer, él pagó un millón de pesos. Los encapuchados, que los secuestrados sospechan que son policías, siguieron un atajo para aumentar sus ingresos.

Una mujer es enviada por su médico a un hospital para ser evaluada por un asociado porque presentó síntomas atípicos; desde la entrada a urgencias se echa a andar un protocolo cuya finalidad es inflar la cuenta médica; cuándo un familiar se queja y decide llevársela, es agredido por el doctor que exige un pago inflado de honorarios; el médico y la institución siguen un atajo para un ingreso poco ético, que le introduce daño psicológico a los pacientes que se enfrentan al ambiente hospitalario.

De alguna forma las muchas historias que escuchamos sobre los atajos y caminos en sentido contrario, demuestran una inclinación cultural mexicana por hacer a un lado las normas, y caminar en contra de la moral y del sentido común.

Uno se pregunta: ¿de dónde viene esto? ¿Es acaso resultado de una historia trepidante que registra conquista, colonia, invasión y la muerte por traición de una buena cantidad de los héroes nacionales? No hay que descartar la idea de que Benito Juárez ocupa un lugar prominente entre los héroes debido a que murió de muerte natural. ¿Existe la posibilidad de que alguien actúe de forma sensata y meta orden? La respuesta parece ser negativa.

El gobierno, tal vez la única instancia con el poder para conducir a la nación por la senda correcta, con más frecuencia de la debida camina en sentido contrario.

Hoy en día todo mundo se queja de la política fiscal. El gobierno ha construido una serie de medidas para introducir el miedo a las auditorías y con eso busca que la gente pague más impuestos. Esto mantiene la inequitativa base fiscal que descarga sobre unos pocos la gran carga fiscal, mientras que un número menor, con gran potencial económico, se ven beneficiados para pagar muy poco. Se ha oligarquizado la economía, con un severo daño al mercado. El gobierno busca un atajo para recaudar dinero y camina en sentido contrario, porque en lugar de incentivar a la economía y por medio de esto buscar se produzcan más recursos fiscales, beneficia a los que consumen en el exterior, mientras golpea a los que sostienen al mercado interno.

El mexicano busca de muchas maneras el beneficio del corto plazo: unos se ahorran unos segundos de manejo, aunque arriesgan sus bienes y salud en el intento; otros logran un aumento de ingresos aunque arriesgan la vida de los demás; otros están dispuestos a pisotear el orden establecido con un severo daño a la vida armónica, con el riesgo de que en algún momento sean víctimas de su propia violencia.

El gobierno arriesga la viabilidad económica a cambio de una precaria estabilidad, producto de una ilusoria reducción del déficit fiscal.
La socorrida metáfora de la olla de cangrejos mexicanos donde ninguno se sale porque cuando empiezan a salir los de abajo los jalan, hay que completarla con una fábula donde las cosas no se mueven porque la gente hace todo en sentido contrario. 

 

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