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1526 3 Marzo 2014

 

Ucrania y la canasta rusa
Hugo L. del Río

Monterrey.- ¿Morir por Ucrania? La consigna no parece ser muy atractiva para nadie. Los halcones de Kiev y Moscú se envuelven en sus banderas y llaman a los pueblos a hacer el sacrificio supremo en defensa de la patria. Pero Ucrania está en bancarrota y Rusia, luego del estúpido derroche de Sochi, se encuentra a medio paso de la quiebra.

Bien pueden los Presidentes Obama y Putin hablar por teléfono hora y media en busca de una solución; la OTAN advertirá que Europa está en riesgo, pero las tropas de élite del Ejército ruso (los Berkut), combinadas con la marinería de la Flota rusa del Mar Negro, a estas alturas ya habrán ocupado Crimea casi sin disparar un solo tiro. Crimea: ¿qué es eso? Bueno, es un península de 26 mil 200 kilómetros cuadrados poblada por dos millones de personas, de las cuales el 52 por ciento son rusos, el 24 por ciento, ucranianos y un doce por ciento, tártaros. Oficialmente, Crimea es una República Autónoma. En la vida real, de acuerdo con la Constitución de Ucrania reformada en 1995, Kiev ejerce un control absoluto sobre Crimea. (La prostitución de la palabra: primera regla del poder.)

¿Y qué hay allá? La Flota rusa del Mar Negro tiene su principal apostadero, mismo que comparte con la Armada ucraniana. Pero los rusos están construyendo una gigantesca base naval en su territorio de Novorossiysks para ya no pagarle la renta de Sebastopol a Kiev. Cuando se desintegró la URSS, Ucrania se apresuró a declarar su independencia y se quiso agandayar los grandes arsenales de armas atómicas que tenían allá los soviéticos. Moscú no los dejó, claro. Pero es casi seguro que los ucranianos se quedaron con algunos de estos artefactos de destrucción masiva.

Poblada por el hombre desde el año 400 AC, por Crimea pasó todo el mundo, desde los griegos en su época de grandeza hasta las hordas hitlerianas. Con la fortaleza de Sebastopol y accesos por mar al Mediterráneo, el Adriático y el Cercano Oriente, la península tuvo gran importancia estratégica que desapareció con el armamento de nueva tecnología. Los rusos mañosamente invadieron Crimea con hombres enmascarados sin insignias en los uniformes. No engañaron a nadie ni falta les hizo.

La Flota ucraniana se pasó al lado moscovita, al igual que el gobierno de la capital, Simferópol, cuyo primer ministro, Serguei Axiónov, autorizó el desembarco de los fusileros navales rusos. Crimea ya volvió a ser rusa. Y Kiev bien puede desgañitarse vociferando que es necesario movilizar a los reservistas porque existe  un estado de guerra. Si de gritos se trata, Moscú no se queda atrás. El Legislativo autorizó a Putin a intervenir militarmente ya no en Crimea, sino en Ucrania. Pero es difícil que lo hagan: las sanciones económicas del bloque occidental pondrían de rodillas a Rusia. Además, los rusos envían a Europa Occidental gas y petróleo por medio de ductos que atraviesan Ucrania: los nacionalistas fácilmente los sabotearían.

Parece que uno de los pocos hombres que ve con claridad esta situación es Nabi Abdullaev, analista de la agencia Novosti, quien ayer, en The Moscow News, aconsejó a Putin esperar a ver de qué color pinta el verde. La opción bélica no es viable, escribió. Ucrania caerá, por sí sola, en la canasta rusa. La paciencia será más productiva que las armas. Ucrania conquistó la fama negra por su antisemitismo y cerrazón a todo lo que sea democracia.

Ayer, en Simferópol, capital de Crimea, un manifestante gritó:”¿cómo es posible que en Occidente autoricen las bodas gais?”. Moraleja: al desgajarse el bloque soviético, se hizo un pésimo reparto. Pekín no duerme y ya anunció maniobras conjuntas con la Armada rusa. Pero es difícil, muy difícil, que los chinos arranquen un solo pétalo de esta flor.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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