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1538 19 Marzo 2014

 

Adiós Rimbaud
Eligio Coronado

La poesía es una aproximación a la realidad mediante el sentido de la estética y en Adiós Rimbaud* es precisamente lo que hace Carmen Avendaño. Carmen, además, convierte su poesía en un ejercicio de inteligencia, independientemente del tema que trate: personal, amoroso, social, materno, etcétera.

“Me despedí de Chile a los 17 / y tras pasar la aduana / dictadura momentánea / subí con sonoros pasos / la escalera al destino” (p. 8), “Eras ese centro comercial subterráneo / (…) / el sueño adolescente del dinero propio” (p. 7).

¿El dinero sueña? Sí, gracias a dos recursos: la personificación y la proyección. Por el primero el dinero adquiere rasgos personales y así puede soñar con ir cuanto antes al centro comercial. Por el segundo (la proyección, de carácter psicoanalítico) trasladamos al dinero nuestros propios deseos y al gastar los realizamos.

Otro ejemplo de lo anterior es: “Despierten, ojos míos. / Cultiven la belleza / o descúbranla, en este cuarto / de pobre arquitectura” (p. 46). Si bien, la función de los ojos es mirar, aquí se les conmina (como si fueran personas) a “cultivar” o “descubrir” la belleza en cierto lugar desposeído de esa cualidad.
Ello nos recuerda un poema clásico de Gabriel Zaid  (“Acata la hermosura”) donde en la misma forma imperativa se dirige a su corazón: “Acata la hermosura / y ríndete, / corazón duro” (Reloj de sol, p. 31).

La ironía también está presente, tanto en forma de reproche como de humor: “Entre todos los amantes posibles / te elegí por habitable. / ¿Qué hacer ahora que pasas todo el día fuera de casa?” (p. 47), “Todos los jóvenes poetas que conozco / quieren seguir siendo jóvenes poetas” (p. 33).

Hay cierto filo crítico en estos últimos versos, pero no siempre es por vanidad de los poetas jóvenes: ocurre a veces que las nuevas generaciones no convencen a los críticos y entonces la juventud de los poetas existentes se alarga más allá de los cuarenta.

Contrariamente, a su “Narciso” la juventud le dura un suspiro: “A media mañana me vi en las aguas quietas del lago secreto / (…) / luego cayó una hoja y empañó el reflejo: / eso duró la juventud” (p. 15).

Pero donde más nos sorprende Carmen es en el tema amoroso, con esa dosis de frescura necesaria para renovar un tema que ha superado todas las formas posibles de expresión y, sin embargo, sigue vigente: “El amor aparece con su propia latitud. / Su mapa no se lee, se recorre; / acá el primer beso, allá la primera promesa” (p. 63), “El beso: esa reliquia del impulso / (…) / de llevarse el mundo a la boca” (p. 57).

Y qué decir del poema donde habla de la destrucción del universo a manos de quien menos se espera: “Mi hija lo arruga todo. / Como si quisiera hacer converger en ella / cada línea del universo” (p. 45). Así atraviesa Carmen Avendaño (Santiago de Chile, 1976) el territorio de la poesía: con una mirada inteligente, no exenta de estética.

  • * Carmen V. Avendaño. Adiós Rimbaud. Monterrey, N.L.: Edit: UANL, 2013. 68 pp. (Colec. Tarde o Temprano.)
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