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1544 27 Marzo 2014

 

Derroches católicos
Hugo L. del Río

Monterrey.- El hasta ayer obispo de Limburgo, Alemania, gastó 20 mil dólares en la remodelación del baño que tenía para su uso personal en el palacio episcopal. En números redondos, el doctor Franz Peter van Elst, de 54 años, derrochó el equivalente de 47 millones de dólares en las manitas de gato que les dio a sus oficinas y a otros edificios de su diócesis.

La Conferencia Episcopal alemana le había autorizado ocho millones, pero el ex prelado presentó cuentas falsas hasta que el engaño fue de tal magnitud que saltó a la vista. El señor van Elst se presentó en Roma en octubre pasado con su renuncia en la mano. El Papa Francisco se limitó, de momento, a suspenderlo al tiempo que ordenaba una investigación. La averiguación terminó el lunes y ayer el Pontífice aceptó la dimisión de quien fue responsable de la grey de Limburgo.

Entre los mil 200 millones de católicos de todo el mundo, los alemanes son los más liberales y los más demandantes. Ya el catolicismo teutón había sufrido el tsunami de un escándalo de pederastia hace cuatro años, y los limburgueses no estaban dispuestos a tolerar más desórdenes. Es muy buena señal que los católicos de Limburgo hayan denunciado a quien fue su pastor, y hay que aplaudir la postura que adoptó el Vicario de Cristo. Pero hablo de un aplauso tibio y breve: el doctor van Elst fue separado de su cargo, pero el Vaticano anunció que le confiarán otra comisión.

Es por demás. Roma, al igual que las fuerzas armadas mexicanas, siempre cae en la proclividad de proteger a quienes incurren, en el primer caso, en pecado grave y, en el segundo, en delito. Bien puede el cardenal Reinhard Marx, de la Conferencia Episcopal, pedir rendición de cuentas y transparencia a la jerarquía católica alemana. La costumbre hace ley, y si el Vaticano amparó durante siglos a sacerdotes que incurrieron en aberraciones sexuales, será más fácil para el Trono de Pedro perdonar a quienes se limitaron a gastar unos milloncejos –dinero de los fieles– en lujos personales.

Pero la Fiscalía General de Limburgo es laica y ya está revisando las malas cuentas del mal obispo, quien no sólo pecó contra su Iglesia, sino que también violó la ley. Qué diferencia entre el señor van Elst y mi pariente lejano, el jesuita Martín Martínez, quien dedicó toda su vida a atender a los tarahumaras de la sierra.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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