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1560 18 Abril 2014

 

Sacrificio máximo
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- En la tradición cristano-católica, la semana santa es tiempo de recogimiento y meditación, con motivo del sacrificio de Jesús, el llamado Cristo, o mesías en griego. No soy cristiano, pero sin duda me dejo llevar por el sentimiento compartido por los miembros de la fe que fundó este hombre, llamado salvador por sus seguidores.

No creo en su divinidad, pero sí en su profunda humanidad, que se desprende de las enseñanzas que sus discípulos registraron en los evangelios, tanto en los cuatro oficiales como en los denominados “apócrifos”.

No estoy seguro de que una persona como Jesús haya existido realmente, pero de lo que no tengo duda es de que si no fue así, nuestra especie sí necesitaba de su existencia, en un entorno brutal y egoísta como lo era la sociedad romana y sus dominios, las provincias (pro-vincere, territorios a vencer) como la judeo-aramea del siglo primero, de una era que inició con el nacimiento del hombre que un día se dijo (o dijeron) hijo de Dios. Un título soberbio que contradecía el sentido profundamente humano de sus palabras.

La bondad y la solidaridad fueron sus insignias, y el líder atrajo a multitudes que se dejaron seducir por sus llamados al amor. Nada más lejano a los dioses terribles de los griegos y romanos; dioses demasiado humanos, caprichosos y vengativos. El mismo viejo testamento de la tradición judeo-islámica refleja esas deidades temibles y sombrías, que exigen sacrificios extremos que ponen a prueba la fe de los fieles. Religiones pavorosas, producto de elites sacerdotales que nada palidecen cuando se les compara a las devociones oscuras de Mesoamérica y los Andes, con sacrificios humanos incluidos.

El cristianismo original es un culto oriental por su origen, pero occidental por adopción. El Jesús evangélico fue un personaje bondadoso y solidario, que sin embargo era capaz de desatar emociones tan humanas como la ira, la duda y la pasión. Su filosofía de vida parece sencilla, pero en cada pasaje de los evangelios se revelan facetas fascinantes de un personaje complejo, atormentado y desafiante. Un provocador nato, que retó al poder mundano de gobernadores romanos y sacerdotes del Sanedrín, y los puso en el borde peligroso de desatar una revuelta popular. No encuentro mejor definición de un revolucionario: un hombre anti sistémico. Hoy día bien pudiera ser encarcelado de por vida acusado de terrorismo, luego de haber expulsado a los mercaderes y banqueros del templo de San Pedro en el Vaticano. Un peligro para la sociedad dominante establecida.

Para mí, un descreído de las religiones, la semana santa es un periodo de descanso, pero también de reflexión. Aprovecho para ver, junto con mi familia, alguna de las películas que se han producido sobre ese hombre extraordinario, y dialogamos sobre el personaje. No negaré jamás su trascendencia para la historia del mundo, pero no acepto su divinidad. Esa es mi fe, mi fe en el hombre de hechos, no de mitologías.

En el viernes santo mi esposa obsequia agua de chía a los caminantes de la peregrinación de las tres caídas en el barrio de Mellado, en la ciudad de Guanajuato. Una hermosa tradición que supongo se remonta a los tiempos de los monjes mercedarios, que fundaron un convento en el siglo XVIII en la punta del cerro “mellado”. Los sudorosos peregrinos agradecen el agua fresca, y reciprocan con una sonrisa que vale oro. Los descalzos “cargadores”, embozados con capuchas negras y silicios alrededor del cuello, portan las pesadas imágenes de bulto de Cristo, la Virgen, Santa Ana y San Juan. No me agrada el dolor auto infringido, pero reconozco la profundidad y significado del sacrificio voluntario. La peregrinación de mi barrio me hace pensar, y pienso en el dolor de un hombre, de muchos hombres y mujeres victimizados por sus creencias, por sus compromisos con lo que juzgan como verdadero.

Yo no alcanzo a entender el sacrificio en defensa de verdades absolutas que luego resultan temporales o relativas. Ya lo dijo Mark Twain, cuando se le cuestionó sobre si sería capaz de morir por sus creencias: “¡Nunca! ¿Qué tal si estoy equivocado?”

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal

 

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