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1576 12 Mayo 2014

 

Regalo de NatGeo
Hugo L. del Río

Monterrey.- Estoy aprendiendo a escribir, dice Gabriel García Márquez desde la cumbre de su gloria. El gigante de la literatura y el periodismo tiene la humildad de tirar al piso la capa del armiño para, en sentido figurado, volver a sentarse al mesabanco con el lápiz de punta roma y el cuaderno estriado.

La entrevista fue un regalo del canal de National Geographic, NatGeo. Ignoro en qué fecha se hizo la toma, pero ya para entonces el Gabo era el Gabo. Eso que hizo NatGeo, amigos, eso es televisión, no la basura que nos ofrecen las empresas locales.

Naturalmente que el Gabo le hubiera regalado a cualquier televisora de Monterrey su tiempo, su sonrisa, la mirada en que se refleja el Caribe entero, su sentido del humor y, para acabar ya, todos los componentes de alma y espíritu, de inteligencia y corazón que, como su personaje, Remedios la bella, lo elevaron al cielo donde el buen Dios lo estaba esperando con “Cien años de soledad en la mano”.

Pero creo que el iberoamericano universal no hubiera tenido paciencia para preguntas pendejas. El Gabo no creó el realismo mágico: lo creamos nosotros, los iberoamericanos. Nos pasamos siglos fundiendo toda clase de metales en busca de la piedra filosofal; seguimos sin entender el poder del imán y confundimos el bloque de hielo con el diamante más grande del mundo.

Millones de Rebecas comen tierra y tenemos muchos hombres como el coronel rebelde que sufrió hambre pero entregó, completos, los 72 ladrillos de oro que le habían confiado. Macondo somos todos nosotros: la plaga del insomnio es el nepente cuando nos hace olvidar que hace casi 200 años los gringos impidieron que Iberoamérica se convirtiera en una sola nación.

Como los personajes del Gabo, vivimos en un mundo donde todo es posible: muchos llevamos los huesos de nuestros mayores a cuestas en nuestra andadura por todas las latitudes y aprendimos a platicar con los fantasmas porque ellos volvieron a ser niños y tardaron buen rato en quitarse el susto, cuando comprendieron que no les haríamos daño.

Algunos dictadores murieron de viejos. Unos pocos, muy pocos, fueron ejecutados por la justicia popular y muchos, pero muchos, permanecen en la sombra, soñando con la dolariza que cobrarán por esclavizarnos y entregar nuestros países al cártel de la globalización.

Una TV digna, como este canal norteamericano (no es lo mismo gringo que estadunidense) nos ayudaría mucho a conocernos: a nosotros mismos y a nuestros hermanos: Estados Unidos no es América ni los gringos son americanos, como nos quieren hacer creer los ideólogos del antiguo imperialismo, ya en vías de extinción, y los voceros de la novena ola de la rapacidad.

“No se puede, pero se hace”, le dijo un edecán al general moribundo en su laberinto, quien tuvo coraje para agregar: “De acuerdo”.  

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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