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1599 12 Junio 2014

 

Fuera libros
Hugo L. del Río

Monterrey.- Llegué justo a tiempo: el vecino, maestro de la UANL, estaba tirando a la basura su pequeña biblioteca para hacerle espacio a un televisor de plasma. Se asombró cuando me llevé los tomos. ¿Usted lee?, preguntó. Sería impreciso afirmar que existe una conspiración contra el libro. Pero sí podemos decir que desde los tiempos más antiguos hasta este Tercer Milenio nos ha flagelado la confabulación contra los autores independientes.

La Biblia se cocina aparte. Durante siglos, la Iglesia de Roma prohibió su lectura. Y con razón. Finalmente, el Vaticano cedió a las demandas de los tiempos. Pero, la censura –encubierta de mil maneras– sigue siendo una realidad. Para no ir lejos, en el sexenio de Fox y Sahagún, el secretario de Educación Pública puso en su Índice una novela de Carlos Fuentes. Díaz Ordaz odiaba a todo ser humano que pensara. Sus villanos favoritos eran Octavio Paz y, volvemos a mencionarlo, Carlos Fuentes. El poblano destituyó al señor Orfila, fundador y, durante años, director general del Fondo de Cultura Económica. Su pecado: publicar “Los hijos de Sánchez”.

Actualmente, el Estado mexicano no quema libros ni prohíbe su distribución. Para qué, si el mexica no lee. En su novela “Fahrenheit 451”, Ray Bradbury adelanta la creación de un gobierno que incinera por igual al libro y al lector y regala pantallas gigantes de TV que cubren todo un cuarto. Tal vez el escritor norteamericano nos ofreció un vistazo certero del futuro.

La cibernética nos ofrece importantes servicios, como el Audilibro: la lectura, por parte de actores profesionales, de toda clase de obras: lo mismo ciencia que ficción. Gran beneficio para invidentes y personas de vista débil.

La BBC en particular, y las telecadenas europeas en general, así como el servicio de radio y TV del gobierno estadunidense, difunden programas de alto contenido cultural, pero en México poca gente goza con estas producciones. Lo que vemos es la decadencia o desaparición de algunas librerías que durante décadas nos ofrecieron alimento para el cerebro y el espíritu.

El regiomontano es refractario a la lectura. “Cerda” –en Washington y Guerrero–, pequeño templo de libros usados, con frecuencia ofrece tomos gratis: y ni así.   

Es deprimente la decisión, por ejemplo, de la Enciclopedia Británica: no más volúmenes impresos: la sabiduría, a la web. Sí, tomo estas cosas a lo trágico.

Crecí entre libros y sigo el consejo del maestro Jacobo Zabludovsky: siempre salgo a la calle con un compendio en la mano. Uno lee en la antesala, en el viaje, en la plaza pública.

Pero, quizás la estupidez humana logre lo que Hitler no pudo hacer: terminar con el libro que despierta la reflexión y el sentimiento. ¿Un futuro sin libros? Es posible.

El fut, la TV y el chateo ganan adeptos porque no obligan a pensar.

Pie de página
Señor de los Tres Clavos: a Rodrigo Medina se le ocurre cada cosa. Nuevo León se está cayendo en pedazos y al buenazo del gober lo único que se le ocurre es difundir su manual de buena conducta con dedicatoria a los burócratas. Como si supieran leer.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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