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1602 17 Junio 2014

 

Cuando pase el Mundial
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- La Copa Mundial de Futbol, en Brasil, representa el acontecimiento deportivo más visto por millones de espectadores. Nuestro país no es la excepción y como muestra fue el partido de México contra Croacia, que mantuvo frente a los televisores a una audiencia que va desde los Jardines de Niños hasta Los Pinos, con el Gabinete Presidencial en pleno.

En este caso, podemos decir que casi fue un acto de Estado. Todo México con la camiseta bien puesta.

Pero, mientras el futbol acapara el interés del pueblo, indigna que en el Congreso de la Unión los legisladores del PRI y PAN utilicen como distractor la pasión futbolera de los mexicanos para violar en las comisiones dictaminadoras el proceso legislativo sobre la reforma energética, con el único propósito de entregar, vía fast track, a PEMEX y a la CFE a un puñado de magnates nacionales y extranjeros, así como a unos cuantos políticos encumbrados.

Al grupo en el poder le urge hacer efectiva la reforma constitucional para despojar a México de sus recursos estratégicos, los cuales desde la Revolución Mexicana representan soberanía, autonomía y estabilidad económica. De plano, no les interesa consultar a los mexicanos para saber si quieren o no las reformas. A toda costa quieren darle prisa poniendo en riesgo el rumbo y futuro del país.

El Gobierno “Transformador” no promueve la consulta ciudadana, pues sabe de antemano que las mayorías están en contra de privatizar los recursos energéticos. Por ello, de prisa, en lo oscurito y al margen de los demás partidos políticos, aplicaron un “grosero mayoriteo” para aprobar las leyes secundarias, aprovechando la fiebre futbolera. En la búsqueda de hacer efectiva la reforma constitucional en materia energética, el pequeño grupo de la clase política en el poder quiere aprovechar la coyuntura para que, sin mayor discusión y que en contra de la opinión de los mexicanos, se avalen las leyes y, con ello, abrir las puertas al capital privado extranjero ansioso de explotar con las mayores ganancias nuestros recursos, sin que el pueblo obtenga beneficio alguno.

El petróleo, el gas y la electricidad no son propiedad de la pequeña élite. No tienen ningún derecho de transferir las riquezas nacionales a empresas privadas, particularmente extranjeras. Hoy la explotación del petróleo por PEMEX aporta entre 35% y 40% del gasto público. Además, extraer un barril de petróleo cuesta entre 8 y 10 dólares, pero se vende en el mercado internacional en 100; es decir, hay una ganancia de 90 dólares por barril. Esta es la renta que obtendrán las petroleras en complicidad con la mafia en el poder de México, mediante “contratos de utilidad compartida” y “concesiones”.

Esta es la principal “reforma transformadora” de Peña Nieto, cuyos efectos vamos a pagar con más impuestos para compensar el saqueo de la renta petrolera, así como con más aumentos de los precios de las gasolinas, el gas, el diésel y la electricidad. Además, se reducirá la capacidad de inversión y gasto del Estado, limitando el crecimiento económico y el desarrollo social; se dañará de manera irreversible el medio ambiente, particularmente los mantos freáticos al emplearse la técnica del “fracking”; se cancelará la oportunidad de aprovechar la industria petrolera nacional como palanca de desarrollo, puesto que PEMEX competirá con grandes desventajas y, se perderá la soberanía energética económica, política y militar de México, al ceder el control y usufructo nacional del sector energético a empresas privadas extranjeras.

El esquema planteado por el grupo en el poder es totalmente regresivo, ya que consiste en marginar la investigación y el desarrollo tecnológico, cuando México posee no sólo recursos naturales, económicos y humanos para desarrollar la industria energética. Establece también la discrecionalidad de la Secretaría de Hacienda en la determinación del techo presupuestal para los proyectos de inversión de PEMEX. Aparte, entre otros aspectos, se deja en la indefensión a aquellos que poseen ejidos y tierras en los que se determine que pueden extraerse hidrocarburos, pues se les expropiarían sin miramiento alguno en beneficio de particulares. Aunado a ello, con la creación del Fondo Mexicano del Petróleo, lejos de ser un instrumento de ahorro, se convertirá en la pagaduría de las empresas extranjeras.

Son decisiones que afectarán gravemente a la mayoría de la población y al país en su conjunto. Se requiere que unifiquemos esfuerzos para conformar un bloque de presión e impedir que prosiga la privatización de PEMEX, que a 76 años de creación ahora se le busca reducir a la expresión mínima, por lo cual no debemos cejar en defender la exclusividad de la Nación Mexicana sobre la exploración, la explotación, la refinación y venta de los hidrocarburos. Hoy es tiempo de luchar, no hasta cuando pase el Mundial, pues un grupo de vendepatrias habrá cometido el robo del siglo a todos los mexicanos.

¡Futbol sí… Pemex y CFE también!

 

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