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1602 17 Junio 2014

 

Algo más que un campeonato
Claudio Tapia

San Pedro Garza García.- En Brasil, por primera vez el circo y su manejo mediático resultaron insuficientes para acallar la protesta generalizada de los marginados y excluidos que en el llamado tercer mundo son los más.  
El inflado costo de las obras faraónicas para la celebración de la copa del mundo, el despilfarro, la corrupción y las necesidades insatisfechas, hicieron que los inconformes se organizaran para manifestar su indignación aprovechando que todo el mundo los ve.

La protesta no sólo se dio en las calles “barridas” de niños pobres, logró incluso colarse a la ceremonia de inauguración. Un niño de trece años, encargado de soltar palomas blancas, exhibió una manta en la que se exigen nuevas demarcaciones territoriales en las tierras Güaranies. Por supuesto que ningún medio divulgó la impertinente imagen pero “el único y verdadero mensaje de la ceremonia”, como la calificó el grupo indígena, circuló en internet.

En un país donde el futbol más que un deporte es un estilo de vida, en donde el sueño de convertirse en Pele, Ronaldo o Neymar, es lo único que frena el estallido de los desesperados jóvenes a los que se les niegan otras posibilidades, la protesta alcanzó niveles que  preocupó a gobernantes, organizadores, empresarios trasnacionales, y demás mercaderes beneficiarios del jugoso negocio (tan sólo la FIFA se llevará 14 mil millones de dólares) en que se ha convertido el singular espectáculo.

Al principio, todo indicaba que los inconformes  no estaban dispuestos a distraerse con un circo en el que no hay pan. Pero iniciada la contienda, la protesta menguó no sólo por la represión sino porque la posibilidad de ver a su equipo convertido en campeón del mundo una vez más y ahora en su propio territorio, adormiló a la fanaticada brasileña, que son todos.

Eso transmitió cierta tranquilidad, lo que pasaría si las turbas de indignados invaden las calles y plazas públicas repletas de visitantes es inmanejable. La violencia de los marginados con su secuela de vandalismo y represión se conocería en todo el mundo y, lo peor, hasta podría generar simpatías.

El enojo ciudadano incrementado por la frustración de una derrota sería incontrolable. Por eso, al margen de la indiscutible calidad del equipo, estoy convencido de que todo se organizará para que Brasil llegue de perdida a semifinales a como dé lugar. Es mucho lo que está en juego. Impensable lo que puede ocurrir si Brasil es eliminado a las primeras de cambio.

A más de que los disturbios afectarían seriamente al descontrolado y creciente negocio que cada vez es más apasionante y rentable (los ingresos del evento fueron declarados exentos por las autoridades hacendarias de Brasil), el daño podría ser aún peor.

El despertar de los que ya no se apaciguan con el circo serviría de estímulo y ejemplo para quienes se han dado cuenta de que el modelo neoliberal jamás funcionará a su favor y ya se muestran dispuestos a combatirlo. Eso sí que es peligroso. Por eso, más les vale no arriesgar. Brasil, va.

P.D. Me gusta el futbol y le voy a la furia: la España multicampeona; olé, olé, y ya está…

 

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