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1615 4 Julio 2014

 

El nuevo periodismo de Manuel Gutiérrez Nájera
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- Hace más de un siglo, el poeta y periodista mexicano Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) se quejaba del tortuoso quehacer de escribir diariamente para un periódico. Este oficio alimenticio le restaba horas para entregarse a su obra literaria y escribir sus poemas que habrían de inmortalizarlo en vida. “Yo, el que ha dilapidado sus dones posibles y ciertos en la velocidad de las colaboraciones periodísticas”, escribe vanidoso en uno de sus textos. Y concluye lapidario: “el periodista crea para el olvido”.

Tiene razón en la forma, pero no en el fondo. La forma del artículo de prensa está destinada forzosamente a cubrir la coyuntura, a aprehender lo transitorio: el texto periodístico caduca al día siguiente de publicado y termina como mera referencia para la investigación histórica. Pero en el fondo, Gutiérrez Nájera se quejaba sin motivo. Porque precisamente los artículos se escriben deliberadamente para caducar: buscan hilvanar la retacería de los hechos inmediatos a fin de interpretarlos para un lector siempre con prisa, que espera enterarse cuanto antes de los asuntos públicos lo que tardaba “el tren para llegar al paradero”, en tiempos de Gutiérrez Nájera y en nuestra época, lo que tarda un usuario de Internet en revisa su página de Facebook.

¿Tiene por tanto menos calidad un artículo de prensa que un texto literario? No: son géneros diferentes; no pueden compararse. Ahora bien, un célebre periodista regiomontano me decía mitad en broma, mitad en serio, que él tiene “asalariadas a sus musas”. En otras palabras, el periodista, azuzado por el apremio, no puede someterse a los devaneos caprichosos de la inspiración, lujo exclusivo de poetas como Gutiérrez Nájera. Esto, porque como él mismo escribía, los artículos de prensa tienen “vida de hotel” y a causa de su rapidez, suelen ir “mal vestidos, mal peinados, cansados siempre de sus perennes correrías”.

Aunque también es cierto que Gutiérrez Nájera consiguió su anhelada inmortalidad literaria (pese a que ahora no lo lee casi nadie), gracias a que era un estupendo cronista de su época, un periodista con las antenas bien levantadas para registrar los hechos que se convertirían en noticias del México de la segunda mitad del siglo XIX, y un estilista fino y, en muchos párrafos, sublime.

Voy más lejos: Gutiérrez Nájera ha sido uno de los mejores periodistas de México porque leía a los clásicos y a los románticos franceses. Y es uno de los poetas mayores de México porque sabía detectar la sensibilidad del momento, es decir, por su vena periodística. En ambas disciplinas perseguía el mismo objetivo: ilustrar al ciudadano, darle información con amenidad y buena prosa, sobre todo a aquellos lectores que, “si no leen un periódico o una revista, no leerán nada”, como aduce en su artículo “El periodismo moderno”.

Gutiérrez Nájera asumió el periodismo como medio para educar a una sociedad mayoritariamente analfabeta, donde la letra se subordinaba a las imágenes del grabado, las litografías, los retablos y los santorales. Ahora, el periodismo es un medio para formar opinión en una sociedad mayoritariamente analfabeta funcional, donde la letra es subyugada por las imágenes mediáticas y los memes de las redes sociales. Poco han cambiado las cosas desde entonces.

(Prólogo para una antología de próxima aparición de artículos de prensa de Manuel Gutiérrez Nájera.)

 

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