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1652 26 Agosto 2014

 

Espionaje en México
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- Hace días, el notable periodista Osiel Castillo escribió un artículo sobre la situación que guardan los servicios de inteligencia en México. Añado algunas opiniones a su texto. La historia reciente del espionaje en México no es muy positiva: los servicios de inteligencia no toleran improvisaciones y esto lo sufrimos los mexicanos en carne propia durante el sexenio de Felipe Calderón. La seguridad nacional es un asunto tan delicado que tampoco puede someterse a normas convencionales de transparencia ciudadana ni a procesos democráticos internos.

Una decisión acertada de inteligencia que tomó en su momento Jorge Carrillo Olea fue concentrar los órganos aún dispersos de análisis de investigación estratégica en México y profesionalizarlos. Carrillo podrá ser culpable de todo lo que se quiera, menos de carecer de un proyecto en materia de seguridad nacional. Lo que vino después fue el desmantelamiento de su programa de inteligencia.

La última paletada de tierra a la tumba de la seguridad nacional se la dio Ramón Muñoz, entonces jefe de la oficina de la Presidencia de Vicente Fox. Muñoz planeó el esquema de una superestructura de gobierno federal paralela, en la que los Ministros de Estado rendían cuenta a consejeros de sector, entre ellos el Secretario de Gobernación, Santiago Creel, a un Consejo de Seguridad Nacional, titulado por el ya fallecido Adolfo Aguilar Zínser (sin incluir al Gabinete de Seguridad Nacional).
La idea de someter la actuación de los servicios de inteligencia a la Ley de de Acceso a la Información Pública, también fue de Aguilar, con lo que se deformaba la secrecía necesaria de estos órganos para su buen funcionamiento.
Otro fallecido, Ramón Martín Huerta –el único foxista que sí sabía de órganos de inteligencia– siempre se opuso a esa superestructura, por considerarla no solo confusa sino conflictiva. Pero nadie le hizo caso. Martín fue profeta: el pleito entre Creel y Aguilar Zínser fue de antología, porque el segundo quería llevarse a su consejería el Cisen, además de intentar administrarlo mediante consejo ciudadano: algo así como pretender que James Bond fuera electo por vía democrática y rindiera cuenta pública de sus actos encubiertos.

Como alternativa a este desfiguro, Martín Huerta junto con Eduardo Medina Mora propusieron, por un lado, que los órganos de seguridad nacional contaran con un servicio profesional de carrera; y por otro lado, que cualquier orden de gobierno que no fuera el federal, sacara las manos de los servicios de inteligencia, cosa que no ocurre ahora, porque el responsable ahora es la Secretaría de Marina, no el Cisen.

 

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