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1652 26 Agosto 2014

 

Crisis humanitaria
Lupita Rodríguez Martínez
       
Monterrey.- A partir de que la Convención de los Derechos de la Niñez definió que los niños y las niñas son aquellos seres humanos menores de 18 años de edad, los países del mundo entero se han dado a la tarea de reconocer todos sus derechos universales, así como de trabajar por hacerlos efectivos. Durante los últimos veinte años hemos visto cómo los países miembros de la ONU, hacen lo posible por garantizar los derechos de la niñez, aunque existen evidentes diferencias entre los países del primer mundo con las naciones en vías de desarrollo.

Resulta por eso alarmante la crisis humanitaria que se está viviendo en la frontera de México con Estados Unidos de Norteamérica, donde a la fecha han sido capturados más de 52 mil niños que en forma ilegal la cruzaron, pero no en la búsqueda del “sueño americano”, sino de sus progenitores.

Los pequeños migrantes son sobre todo de México, Guatemala, El Salvador y Honduras, siendo inédita la audacia de miles de niñas y niños por ir en busca de sus padres y madres, así como las proezas y los desafíos que tienen que vencer en el largo y peligroso trayecto.

Es un fenómeno migratorio que demuestra el esfuerzo de los seres humanos no solamente por la sobrevivencia, sino por conservar su identidad, pues lo que estamos viendo resulta algo sin precedentes.

Los organismos internacionales de los derechos humanos no solamente tienen puesta la mira en la frontera de los Estados Unidos con México, sino que han lanzado la voz de alerta porque calculan que el número de migrantes infantiles aumentará a más de 90 mil para el mes de septiembre de este año.

Para la Organización de Estados Americanos (la OEA), la dinámica de los movimientos migratorios indica que la cantidad de transterrados subirá a cifras incalculables, ya que el fenómeno apenas se empieza a manifestar.

Es un fenómeno complejo, pero se trata, en términos más simples, de que los niños, niñas y adolescentes viajaron al norte de América, después de que sus padres y madres lo hicieron en busca de una fuente de trabajo. Lo anterior, implica que sus papás permanecen en los Estados Unidos, que han obtenido algún empleo y que pueden sobrevivir, aunque la gran mayoría no hayan podido legalizar su estancia en territorio norteamericano.

Debido a esta situación, los pequeños migrantes no pueden ser recibidos o aceptados legalmente por sus familias, la cuales permanecen ocultas, pues de presentarse ante las autoridades migratorias corren el riesgo de ser detenidas y deportadas junto con sus menores hijos e hijas.

El problema migratorio se tiene que considerar desde su raíz, siendo la pobreza estructural y la violencia desatada por grupos del crimen organizado en Guatemala, El Salvador y Honduras, los detonantes del flujo permanente de personas que huyen de sus países.

El largo y riesgoso camino que recorren los menores regenteados por “polleros”, obliga a México, como país de tránsito, a castigar a los infractores y anteponer los derechos de los infantes por encima de cualquier otro.

La unión de las familias es un derecho natural de padres o hijos, siendo cuestionable que nuestros vecinos del norte asuma el problema migratorio de menores, sólo con las medidas de retenerlos y deportados. Esta decisión constituye un testimonio de deshumanización de quienes gobiernan la primera potencia mundial, así como de falta de cumplimiento de los Derechos de la Niñez en materia de no separación del niño del lado de sus padres, de no retenciones de niños en el extranjero, de protección de niñas y niños refugiados y de trato justo y digno durante los asuntos de la justicia infantil.

Hay que señalar además que los Estados Unidos firmaron el Tratado de Libre Comercio con México y los países de Centroamérica, para permitir el libre flujo de capitales y de mercancías, pero con severas restricciones para el flujo de personas y, por lo tanto, como potencia dominante del hemisferio, son los causantes directos de la esta grave crisis humanitaria.

El derecho más elemental de la niñez es buscar a sus progenitores para convivir, recibir afecto, ser alimentada y cuidar su salud, así como para ser formada y educada. Por eso, frente a la magnitud del drama, irrita que nuestras autoridades hayan sido rebasadas al no hacer lo posible por atender las causas profundas de este cruel fenómeno y por no confrontar a la potencia mundial.

 

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