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1699 30 Octubre 2014

 

 

MALDITOS HIPSTERS
Mis amigos monstruos
Luis Valdez

 

Monterrey.- Tengo amigos literarios que dan miedo a sus amistades, vecinos y algunos hasta a sus familiares. He sobrevivido (hasta hoy) a ellos. Va una lista de su descripción y dónde se ubican, por si usted quiere vivir una experiencia de terror. No son los únicos, pero sí los que ya se consideran clásicos.

Romualdo Gallegos: Vampiro. Maestro que no envejece y ahora habla al ritmo del hip hop. Habita en las oscuras calles de Guadalupe, Nuevo León; justo detrás del ahora zombi Parque España. Ha escrito sobre marcianos (“Nostalgia por los marcianos”, editado en la colección Abrapalabra, de Guadalupe, N.L.), poesía (“Didácticos y pedagógicos”) y relatos (“El topo y otros relatos”). En sus historias lo mismo hay acosadores que travestis y nudistas. Y mucho absurdo. Lo suelen encontrar (tengan mucho cuidado) en el Café Nuevo Brasil, los jueves, con alguna nueva víctima.

Macedonio González: Banshee. Poeta urbano, viajero, rollizo de cabellos canos. Criatura local con partes de Whitman y Henry Miller. Igual de cantador, encantador y sexual. No se sabe si él acosa o sus víctimas caen solitas. Autor de “Dieta de manzana para el león que duerme su poesía en cantos” y de cuentos desparramados en libros de la colección Cotita de la Encarnación y Libros de la Mancuspia. La última vez que se le ubicó, fue en el estado de Texas, donde se rumora que tiene servicio médico estadunidense (niños, pueden dormir tranquilos mientras no se acerquen demasiado a los pueblos texanos perdidos en la carretera).

Samuel Noyola: Hombre del costal. Vagabundo cantor. Lo mismo caía en La Fonda de Andrés, donde el dueño le regalaba la comida con tal de que se pusiera a escribir poesía, que en los encondrijos de la calzada Madero, a la cual terminó escribiéndole un poema nocturno (puede que el mejor poema escrito sobre Monterrey, aunque Alfonso Reyes se vuelva a morir de la pena). Autor de un poemario editado por el Issste/SEP, luego uno en Editorial Vuelta (“Tequila con calavera”) y finalmente uno por Conarte (“Palomanegra productions”). La última vez se le ubicó en el interior de un auto Caribe, propiedad de un defeño que reside en el Distrito Federal.

Xavi Bortoni, alias Mr. Elvis, alias Paco Urbano, alias Francisco Salas: El Dr. Francisco Jekill y Mr. Xavi Hyde. Bebedor de caguamas y whisky, músico de guitarra, pandero, trompeta y (lo más tenebroso) de un xilófono de su hijo. Presenta sus poemas del libro “Amor que habita en las axilas de un cerdo”, con el grupo Los Desahuciados, lo mismo en ferias de libro que en cafés culturales y bares del centro de Monterrey. Se le ubica en el norte del área metropolitana: San Nicolás.

Pedro López: Nahual urbano. Alguna vez se fue caminando desde la Casa de la Cultura de Nuevo León, hasta su escondrijo en la colonia Fierro (Félix U. Gómez, por el Penyrriel), por todo lo largo de la avenida Colón, y aseguró que un perro negro y callejero lo siguió desde la acera de enfrente y a ratos lo miraba con ojos maléficos. Y es que ese perro negro lo supo de inmediato: Pedro López es un nahual que no conforme con escuchar a Rafael Catana, Jaime López, Real de Catorce, Carlos  Arellano, Nina Galindo y Arturo Meza, ha escrito poemarios como “Radio insomnio para la señorita depresiva”. Acosa y es acosado por enfermeras y jovencitas estudiantes de psicología.

Arnulfo Vigil: Sacerdote oscuro. Exiliado de sus estudios en el Seminario al descubrirse su cofradía secreta de Artistas nocturnos de la vela perpetua y poetas muertos; ha escrito poemarios de religión apócrifa, como “Arcángeles naranja”, La banda de los querubines laicos”, “El regreso del ángel bermellón” y “Gloria Trevi y otros cielos”. Su territorio es lo mismo el centro de Monterrey que los huertos de mandarina de Montemorelos. Se rumora que algunas veces se transmuta en luchador rudo.

Juan Carlos López: Devorador de libros y de almas altamente literatas. Luego de tomar un taller literario con Saúl Ibargoyen, se le dejó salir a las calles de Monterrey y a las redes sociales, donde ladra, intimida y asesta golpes descorazonadores al corazón y ego de jóvenes talleristas que prontamente juguetean a ser escritores jóvenes. Se le puede avistar lo mismo en ferias de libro que en mercaditos y tiendas de libros usados. Altamente peligroso para estudiantes/egresados de la carrera de letras, así como para quienes suben a sus redes sociales fotos y comentarios de rockstar literario. A mayor ego, más letal suele ser el daño.

Gerson Gómez: Periodista cultural de izquierda (doble horror). Cronista y antologador de la historia de la crónica en Nuevo León. Parcialmente controlable con cerveza y al publicarle otro libro con sus 300 crónicas más recientes (escribe dos en el desayuno, tres en la comida y otras dos más cuando va al baño). Fue creado en una noche de tormentas eléctricas por los doctores Mago Cuéllar y Jorge Villegas, con retazos de José Alvarado y del glande de Carlos Monsiváis. Se le ubica en el centro de Monterrey y en las salas de prensa de ferias del libro locales.

Chuy Marín, alias Jesús Marín: Asesino de ballenas y Llorón (de caguamas). Lo mismo ha publicado los cuentos de “Las siete muertes de Fermín”, que poesía (mucha poesía) sobre su madre, las mujeres, las caguamas y la soledad. Altamente peligroso si se cuenta con cerveza en el refrigerador o en una mano… Igualmente peligroso si no se cuenta con cerveza ni en el refrigerador ni en las manos. Se le ubica en Durango.

El Manatí/sirena varada, alias la marrana, alias Carlos Velázquez: Mago que desaparece libros. Parcialmente controlable con cerveza o nieve blanca. Cinco minutos de su estadía en tu casa ya es suficiente para que desaparezca lo mismo un libro de Anagrama que tu álbum de fotografías familiares. Se le ubica en Torreón y Gómez Palacio, pero viaja mucho al centro del país, donde una editorial hipster gusta de publicar, maquillar y vender su anecdotario, al grado de pagarle espacios publicitarios en Letras Libres.

Saulo de Rodes: Chalpol, hombre escarabajo. Poeta callejero que lo mismo escribe poesía y le canta a la cerveza caguama y al xtabentum, que a su novia cinta negra en karate. Ronda en las calles principales de la ciudad de Mérida, Yucatán, donde farolea a sus presas con una guayabera blanca y termina declamándoles poesía y hablándoles de su novia. Aquellos que escuchan o leen su poesía, se extravían en un vagar por siete cantinas de Mérida, hasta que pierden la noción del tiempo en lugares como El Gallito, El Henequén, El Acrópolis o El Tuchos.

 

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