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1742 30 Diciembre 2014

 

 

Rebeldía de Revueltas
Lupita Rodríguez Martínez

 

Monterrey.- Entre las conmemoraciones del 2014 quedó registrada el Centenario del Natalicio de José Revueltas, escritor izquierdista, luchador social y pensador vigente, cuya presencia se hizo notoria al final del año, al recordarse su vida y obra en los círculos políticos, académicos y literarios.

Nacido en Santiago Papasquiaro, Durango, el 20 de noviembre de 1914, fecha del aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, José fue miembro de una familia de célebres artistas, como sus hermanos: el músico nacionalista Silvestre; el pintor y muralista Fermín, y la actriz y bailarina, Andrea.

Entre otras novelas escribió Los muros del agua, El luto humano, Los errores, Los días terrenales, En algún valle de lágrimas, El apando, Los motivos de Caín, Dormir en Tierra y Escritos Políticos, así como el ensayo Hacia un Proletariado sin Cabeza, el cual fue texto de base en las escuelas ideológicas de las Juventudes Comunistas.

José Revueltas perteneció a la misma generación que los poetas Octavio Paz y Efraín Huerta, a quienes también se les conmemoró su centenario durante este año. Pero sus trayectorias son diametralmente opuestas, pues Revueltas fue encarcelado varias ocasiones por sus posiciones políticas.

La primera vez cayó en la Correccional a los 14 años de edad, cuando ‘volanteaba’ en el Zócalo y un trabajador ferrocarrilero tomó una bandera rojinegra y la izó en el asta. De inmediato, los soldados de Palacio Nacional detuvieron a varios manifestantes, acusados de “motín y sustitución del lábaro patrio”. La segunda, en 1932, fue llevado al penal de Islas Marías por organizar una huelga entre los trabajadores de la cigarrera El Buen Tono. La última, de 1968 a 1971, en Lecumberri, tras ser señalado como uno de los autores intelectuales del movimiento estudiantil del 2 de octubre.

A lo largo de su vida, José Revueltas se definió por su rebeldía radical ante la vida política y ante la vida literaria, con una congruencia personal y profesional, que no perdió brújula por el camino donde anduviera.

A Revueltas lo recordamos por su labor de escritor, ensayista, guionista y periodista, pero también como activista político, luchador social y militante permanente de la libertad y por la libertad. Sin embargo, en la vida real fue de los más valientes y acérrimos críticos en contra del nacionalismo revolucionario de los gobiernos priístas, al confrontar en los hechos al poder presidencial omnímodo, al poder omnipresente del partido único y al poder caciquil de los sindicatos oficiales “charros”.

Durante su militancia comunista, pues fue expulsado del Partido Comunista Mexicano –que estaba proscrito por el Gobierno–, por su postura crítica a la dictadura del estalinismo y el aburguesamiento del marxismo, combatió a fondo el mito de la Revolución Mexicana, ya que todo el oficialismo en la vida pública, instituciones e ideales educativos y cívicos, reposaban en la sacrosanta imagen del nacionalismo revolucionario y del único partido que gestionaba sus realizaciones y metas.

La rebeldía de Revueltas lo llevó a desmitificar al régimen de la Revolución Mexicana y, de paso, a la anquilosada izquierda comunista. Por tales posturas, Revueltas se convirtió en el personaje incómodo e indeseable para tirios y troyanos, al desenmascarar los proyectos políticos auspiciados por el todopoderoso PRI o encauzados por el PCM.

Fue penoso que la crítica radical de Revueltas no tuviera interlocutores en un país donde la vida política gravitaba, de un modo u otro, en torno al PRI, cuya “perruna” disciplina ideológica ataba hasta al más letrado.

Durante su encarcelamiento en las Islas Marías escribió su primer novela Los muros del agua (1941) y cuando estuvo preso en el Palacio Negro de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación, escribió El apando (1969). La mayoría de sus obras las escribió a “salto de mata”, viviendo en el clandestinaje, basadas en problemas sociales y experiencias personales, pero siempre con el compromiso de un hombre que tuvo el valor de disentir y no callar sus convicciones que iban más allá de toda coyuntura.

La rebeldía de Revueltas lo acompañó hasta su funeral, el 14 de abril de 1976, cuando colegas, amigos y seguidores acallaron el discurso de despedida del titular de la SEP, Víctor Bravo Ahuja, y entonaron la estrofa de El Revolucionario, de Violeta Parra: “Yo quiero que a mí me entierren, como un revolucionario, envuelto en bandera roja y con mi fusil al lado”, en el panteón Francés de La Piedad, donde su historia resucita cada que se le evoca.

 

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