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1745 2 Enero 2014

 

 

MUROS Y PUENTES
¿Pato cojo?
Raúl Caballero García

 

Dallas.- Después de la debacle de noviembre, tras las elecciones de medio tiempo en las que los republicanos se hicieron de la mayoría de las dos cámaras legislativas, todo mundo pensó que Barack Obama se convirtiría en un pato cojo por el resto de su administración.

Pero el hombre se sigue reinventando, tal vez ese sea el término que caracterice su legado político; en vez de achicopalarse, nos sorprendió al demostrar que sigue en la punta de la bandada, donde mantiene el ritmo.

Se decía que de concretarse el ruinoso escenario electoral en que quedaron los demócratas, el presidente pasaría los dos años que faltan de su mandato en un plano irrelevante en tanto los republicanos se lucirían, abonando el camino para sus aspirantes a la Casa Blanca.

Los observadores han señalado puntualmente cómo Obama, en vez de sentarse a ver los autos pasar, se fue a China para acordar reducir los gases contaminantes de la atmósfera y con ello dar un viraje en la política ambiental... esperado desde hace años.

Luego, cuando los republicanos vociferaban que ya no había opciones para la reforma migratoria, el primer mandatario dio otro golpe de timón por lo que a la política migratoria respecta: concretó una acción ejecutiva que dará alivio a más de cuatro millones de inmigrantes indocumentados, protegiéndolos de la temida deportación.

Una acotación: el presidente, el comandante en jefe (como se resalta en el ámbito militar al primer mandatario) aún le sale debiendo a la comunidad latina –principal defensora de los inmigrantes indocumentados–, pues el mencionado alivio lo propicia luego de años de exigírsele esa orden ejecutiva y después de seis –los que lleva como inquilino en la Casa Blanca– de mantener una terca ejecución de deportaciones masivas –alcanzando alrededor de dos millones de personas deportadas–; es el presidente que más ha deportado migrantes, el mismo que recibió el mote de “deportador en jefe”, frase acuñada por Janet Murguía, directora del Consejo Nacional de La Raza con la que, se dice, abolló la imagen popular de Obama entre los hispanos.

Desde antes de las elecciones de noviembre, la popularidad de Obama venía en declive (el muro del “no” erigido por sus opositores tiene ese efecto), pero cerró el año pasado con un repunte de aprobación, todavía por debajo de la media, pero se recuperó cuatro puntos, del 44 que venía sosteniendo pasó al 48 por ciento, según Gallup; en fin, volviendo a sus últimas jugadas en el tablero político, con su orden ejecutiva en torno a la situación de los inmigrantes indocumentados, a quienes además se les autoriza a tener trabajo legalmente entre otros beneficios, Obama convierte el asunto de la migración –y su reforma pendiente– en una materia de debate que confronta a los demócratas con los republicanos, ya encima del empedrado que lleva al 2016, cuando se disputarán la grande; de tal manera que sin lugar a dudas deja mal parados a los republicanos, que la vienen armando en contra de los inmigrantes indocumentados, porque no han sabido deshacerse de sus costumbres xenofóbicas, y los que lo han hecho tibiamente, no han sabido desembarazarse del peso que sobre ellos tiene el ala de extrema derecha de su partido, respaldada por el “Partido del Té”.

Y cuando los republicanos todavía estaban repelando contra esa acción ejecutiva presidencial y velando armas para ahora que asumen la mayoría en las cámaras, otra sorpresa les cae como un balde de agua fría: Obama restablece relaciones diplomáticas con Raúl Castro.

Luego de cinco décadas los respectivos presidentes de EU y Cuba asumen el deshielo de la relación, canjean prisioneros como sello en la normalización de su trato y, en suma, abren un diálogo que fomenta ya cambios en los dos países que a su vez, según destacan algunos académicos, modificarán también la agenda latinoamericana; pero lo que quiero subrayar es el balde de agua helada que irritó a los republicanos, principalmente a los cubanoamericanos que se resisten al cambio. Lo cierto es que las nuevas posturas de Washington y La Habana recomponen una política exterior que se adentraba en la ignominia.

Ahora digan y hagan lo que digan y hagan los republicanos, la acción de Obama –diría un cronista– es de las que se registran en el libro de la historia. Así es que en vez de pato cojo hay un político en la Casa Blanca que mantiene el rumbo: haciendo política el hoy presidente –el primer afroamericano en serlo– alcanzó la Oficina Oval: las tres acciones del primer mandatario aquí señaladas demuestran que hay Obama para el resto de su Presidencia, o dicho de otra manera: el inverosímil pato cojo tiene buena pluma para firmar su legado, a pesar de los republicanos.

Escritor y periodista regiomontano, es director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital, en Dallas/Fort Worth, Texas. E-Mail: rcaballero@diariolaestrella.com Twiter: @raulcaballero52.

 

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