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1761 26 Enero 2015

 

 

Margarita y los secretos inconfesables
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Cada gobernante es responsable de su gabinete. Él los designa y con ellos rinde cuentas. Cada gobernante también es responsable de su personal de staff y de su equipo de seguridad personal.

Si algunos escoltas de Margarita Arellanes son secuestradores, la revelación del presunto delito puede tener fines electorales, pero eso no quita gravedad al hecho: son delincuentes; forman parte del crimen organizado. Así de simple y delicado.

La defensa pública de Margarita no la exime de su responsabilidad. O, en este caso, de su irresponsabilidad. Si contrato escoltas para cuidar mi seguridad personal, y, por ende, la de mi familia, no me andaría con rodeos. No me bastaría saber que pasaron la prueba de confianza, que avala el controvertido Gobierno del Estado. Menos si los escoltas aprobados tienen acceso a mi agenda personal, pública y privada, es decir, con quién hablo, trato, cabildeo o me peleo. Depende de mí tanto como yo dependo de él.

Sabemos que los tres órdenes de gobierno –federal, estatal y municipal– están infiltrados por el crimen organizado. Cualquiera que asume un alto cargo público lo tiene presente y actúa, generalmente, con cautela. Detectar que bajo mis órdenes se esconde un plagiario con pistola oficial es muy grave. Y lo tomaría como ofensa personal.

Nos quedamos esperando que Margarita Arellanes pusiera el grito en el cielo por el caso de sus escoltas. Lo lógico sería que Margarita los condenara públicamente: estuvo su vida y la de su familia en riesgo, en manos de secuestradores. Uno temblaría de miedo y coraje de pensar que el hombre que cuida nuestra integridad personal es un delincuente y que, sin querer, lo solapamos.

Pero la reacción de Margarita fue la contraria. Su respuesta es apuntar con el dedo al gobierno estatal y decirle: “ustedes me los palomearon”. Fue su única queja. O de plano no tiene ojos ni cabeza más que para dedicar las 24 horas del día a llegar al Palacio de Cantera, o guarda algún secreto inconfesable que no queremos imaginar siquiera. Ojalá, por el bien de todos, sea lo primero.

 

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