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1790 6 Marzo 2015

 

 

¿El Túnel de la Loma Larga es un cuento de Cortázar?
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Antes de emprender obras faraónicas y poco claras como Monterrey VI (un acueducto de 372 kilómetros, para traer agua de Veracruz a Nuevo León), es más importante resucitar viejos proyectos como el Túnel de la Loma Larga, que hasta ahora duerme el sueño de los justos y que, de realizarse, devolvería la calma a muchos nuevoleoneses.

Es verdad que los trámites burocráticos en el gobierno federal para el financiamiento de este tipo de obras metropolitanas son enfadosos y tardados. Pero cada vez es más urgente agilizar el tráfico vehicular por la avenida Lázaro Cárdenas, sobre todo en horas pico: por esa vía circulan alrededor de 250 mil vehículos diariamente, desplazándose hacia tres municipios que carecen de otras opciones que las comuniquen: Monterrey, San Pedro y Santa Catarina. 

Tanto automovilista circulando a vuelta de rueda, casi paralizado en el asfalto, a la espera de que se disuelva el embotellamiento, recuerda aquel cuento de Julio Cortázar, “La autopista del sur”: “el calor se sumaba a ese tiempo a ras de neumáticos para que la inmovilidad fuese cada vez más enervante. Todo era olor a gasolina [...] brillo del sol rebotando en los cristales y en los bordos cromados, y para colmo, sensación contradictoria de encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr”.   

A la tramitología enredada y compleja del gobierno federal, hay que añadir las quejas de los vecinos de la colonia Independencia, que suelen oponerse a la propuesta del Túnel cada vez que ésta regresa a la arena pública. Bloquean las avenidas y organizan marchas de protesta.

A estos vecinos se les ha hecho creer que, de realizarse este proyecto, se les expropiarán sus propiedades y perderán su escaso patrimonio familiar. La suposición es falsa; por el contrario, con la obra crecerá la plusvalía de su bienes inmuebles, gracias a la detonación turística y comercial de los alrededores.

Pero lo cierto es que la postergación de esta obra se debe a otras razones más oscuras, por ejemplo, a ciertas autoridades del gobierno de Monterrey cuyos intereses personales no se benefician con el proyecto. Quizá el maleficio que nos ha durado décadas se esfume con el cambio de alcaldes y la voluntad de un nuevo gobernador del Estado.

Entonces sí acabaremos con esa sensación de encierro en nuestros propios vehículos, máquinas pensadas para correr y no para quedarse varadas como tiendas de campaña en mitad de las avenidas.

 

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