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1806 30 Marzo 2015

 

 

La reinvención de la política
Alejandro Heredia

 

Monterrey.- El desencanto se viene acumulando en la gente, no solamente de las clases altas o medias, sino entre la multitud de desposeídos y desafortunados de la distribución de la riqueza y las oportunidades.

México se vertebra actualmente entre la rabia y el cínico cálculo de rumiar entre el caos para aprovecharse de la coyuntura, país liberado de la vergüenza; algunos solamente esperan el momento para escalar hasta lo alto y entrarle a las mismas prácticas que han llevado al insostenible cáncer que nos corroe.

Las reacciones no se han hecho esperar. Cada semana las calles de las ciudades se pueblan de personas inconformes con lo que ven en los noticieros, escuchan en la radio o leen en los periódicos. Ya no solamente se trata de la cultura del rumor cara a cara, sino las redes sociales son verdaderos asideros de verdades y mentiras que no se exponen a la luz del sentido común. Empero, en un país donde el periodismo se ejerce condicionado y sujeto a múltiples intereses, el rumor y la información fallida de las redes, son un síntoma de una sociedad que todavía alberga la esperanza de que algo cambie.

Sin embargo, ante la cerrazón de las fuerzas dominantes del sistema político mexicano, la articulación de un movimiento que vertebre diversas iniciativas de la sociedad civil y de grupos de académicos, es una de las alternativas que pueden irse construyendo en los próximos años.

Hasta ahorita, la dinámica reactiva que siguieron diversos movimientos políticos, tanto de la política tradicional, como de los ciudadanos que participan en organizaciones no gubernamentales, permitió la erosión de sus premisas básicas con la sola idea de conseguir el poder como fin en sí mismo. Esto no solamente estableció un frente impermeable a la participación de la ciudadanía, sino contribuyó para la construcción de un discurso legitimador del ritmo de la transición y sus profundas omisiones.

Ahora bien, ante la rabia y el miedo que provoca la reinvención del sistema hegemónico de un solo partido, el reciclamiento del bipartidismo y el reforzamiento de la casta de los partidos (Monsiváis, dixit); la alternativa no puede ser la lucha guerrillera ni el regreso a los métodos de lucha de la izquierda mexicana.

La nueva interpretación de la política deberá calar hondo en presentarnos la política como un instrumento de empoderamiento colectivo, donde las elecciones sean el método de nombramiento republicano para un servidor público y no una patente de corso para hacer su santa voluntad, donde cada gobierno deba consultar cada año sobre las carencias y las soluciones que la población demande.

La nueva política debe hacer posible que los intereses de la mayoría se impongan frente a las franquicias de los consejos nacionales de los partidos, donde la frase ilustre «mandar obedeciendo» de Rafael Sebastián Guillén Vicente, se materialice en los tres niveles de gobierno.

Estamos conscientes que la anterior enumeración de buenos deseos para la política nacional no son las únicas deseables ni las posibles, pero las señales de alarma hace mucho tiempo que están encendidas; la reflexión acerca de los problemas inherentes a nuestra sociedad hace mucho tiempo que se viene realizando, como hace poco apuntó Roger Bartra. Quizás el futuro de México no se encuentre en el territorio nacional, como afirma Leonardo da Jandra, sino que se está gestando más al norte del Río Bravo, donde de una u otra forma (con gran pena se reconoce), el mexicano (lo mexicano) cada vez avanza más en derechos políticos y la subsecuente dignidad. Es la evolución del México Born in USA, como bien dice Bruce Springsteen.

 

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