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1806 30 Marzo 2015

 

 

Cancha dispareja
Claudio Tapia

 

San Pedro Garza García.- Aunque algunos creen que la participación ciudadana se inició dándole like a las vociferantes denuncias contra los gobernantes deshonestos, de siempre y por otros medios existen personas interesadas en participar en las decisiones que afectan la vida pública.

Un puñado de ciudadanos cuyo número ha crecido, pero que todavía es insuficiente, ha tomado la estafeta dejada por luchadores sociales cuya existencia y esfuerzo ignora la mayoría de usuarios de la red que creen que la pelea por una representación auténtica empezó en la actual contienda.

La lucha para reivindicar el derecho constitucional a ser votado sin la necesidad de ser postulado por un partido, ha sido larga, ardua y complicada. Finalmente, hay que reconocerlo, la intentona ciudadana fracasó. Algunos amables y respetables compañeros activistas creen que con las actúales reglas es posible que un ciudadano independiente gane no obstante lo disparejo de la cancha. Los que estamos a favor del paro electoral, creemos que no.

Los que hoy disentimos con los que creen que la auténtica representación puede lograrse votando en una cancha dispareja, dimos juntos, codo con codo, la pelea en el Congreso estatal, comisiones y partidos políticos, para impulsar las reformas que permitieran participar en la contienda a ciudadanos independientes. Ingenuos, creíamos que bastaba dialogar para convencer a la clase política de la necesidad impostergable de cambiar un sistema que está al borde del colapso.  

Lo que se logró fue un parche más en las viciadas reglas del fraude electoral. Ahora se les permite a algunos ciudadanos independientes participar en la contienda electoral, pero no ganar. Algunos pueden subirse al escenario electoral para que la clase política pueda simular una contienda en la que lo único que pueden hacer los independientes, es perder.

Bueno, no les toca más que perder si no nivelan la cancha haciendo trampas, a riesgo de ser denunciados y severamente castigados, faltaba más. Pueden copiar las mañas haciendo lo mismo que hacen sus contendientes para ganar: opacidad en los gastos de campaña (el que financia gobierna para poder reponer la inversión); donativos en especie fuera de control; facturas y cuentas a modo que nadie puede fiscalizar; descalificaciones infundadas; atractivos photoshops dignos de artistas; giras con niños, ancianos, y mujeres embarazadas (si son pobres mejor); promesas ambiguas, genéricas e inalcanzable; frases cohete diseñadas por publicistas; propaganda disfrazada de entrevista desinteresada; publicidad en espacio públicos o en privados, sin el permiso respectivo; en fin, lo de siempre. Ya se advierte en algunos independientes algo de esto. Pero, entonces, ¿cuál es la diferencia entre unos y otros?

Los candidatos independientes enfrentan un demoledor dilema. Si juegan limpio, pierden pero salvan la honra. Si juegan sucio, pueden ganar pero se desprestigian. A los supuestos representados sólo nos espera la fatal resignación ante la impostura de la representación legitimada por el voto.
No obstante, nos queda una salida: podemos sumarnos a la desobediencia civil, a la huelga ciudadana, al paro electoral. Estamos a tiempo.        

Para qué votar en una contienda fingida que forma parte de un proceso electoral viciado en el que no es posible ganar sin hacer trampas. Por qué votar cuando hacerlo resulta irrelevante.

 

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