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1812 7 Abril 2015

 

 

Trabajadores nómadas en Nuevo León
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Las condiciones laborales se han modificado en Nuevo León. El contraste entre nosotros y nuestros ancestros rebasa en muchos aspectos al que se experimentó en los años sesenta y setenta, las décadas de los hippies, el LSD y Los Beatles.

Si nuestros padres fueron asalariados de (cuando mucho) una o dos empresas en su vida, nosotros nos enfrentamos a la rotación de empleos. Si ellos se ufanaban de cumplir bien su oficio a merced de una rutina eterna, nosotros debemos tener la actitud abierta de cambiar habilidades constantemente. Si la meta de ellos era llegar con buena salud a la jubilación, la nuestra es no formar parte del próximo reajuste laboral. Si la máxima de las generaciones pasadas era ser leal a la empresa donde trabajaban, la nuestra consiste en no entregarnos a los superiores jerárquicos.

Antes el nombre del juego se llamaba estabilidad; ahora se llama movilidad. Lo que antaño era rígido ahora es dinámico. Las programaciones de vida a largo plazo se restringen a planes personales difíciles de rebasar un año. Es la actualización y no la experiencia la nueva demanda del mercado.

Esta recomposición laboral redefine las relaciones familiares y los entornos sociales. El empleado moderno gravita en una incómoda sensación de transitoriedad. Se contagia como plaga la enfermedad de la angustia existencial, porque nada está sólido bajo nuestros pies y la confianza en uno mismo, en lo que somos y hemos llegado a ser con el paso del tiempo (nuestra narrativa, como la bautizan algunos sociólogos) se corroe bajo el efecto de lo precario.

Imposibilitado de remediar su problema de ubicación moral, el empleado moderno limita sus metas al día a día y su atención se dedica a darle vueltas a su circunstancia inmediata, por ejemplo: cómo quedar bien diariamente con sus superiores, para que no lo cesen, cómo navegar en la zozobra del mercado, etcétera.

A esta reacción traumática de excesiva atención focal en un solo punto, la psicología social la categoriza como “disonancia cognitiva”. El resultado es la pérdida de identidad o su sustitución por una incesante reinvención de la propia personalidad.

El trauma de atención focal o disonancia cognitiva se agudiza en sociedades como la nuevoleonesa, porque la ansiedad que experimenta el empleado es peor, dada la dificultad educativa de nuestro entorno, para actualizar la mano de obra en la variación de oficios o talentos que demanda el mercado laboral, o en razón de los más que frecuentes reajustes de plantillas empresariales.

A este cuadro se suma el incremento de la tasa nacional de desempleo y, cuando se tienen, de precarias prestaciones laborales. Psíquica y económicamente, la angustia de ponerse al día provoca daños en el tejido familiar y en la confianza social que no puede subsanar ninguna política pública.

Esta es la tónica distintiva de las sociedades modernas, como la de Nuevo León.

 

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