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1825 24 Abril 2015

 

 

ANÁLISIS A FONDO
¿Anticorrupción o disimulación?
Francisco Gómez Maza

 

Ciudad de México.- Tan buenos los legisladores para la diplomacia, el disfraz, la hipocresía, el encubrimiento, el enmascaramiento, el fingimiento, la ocultación, el tapujo, la permisividad, la indulgencia, la doblez, el subterfugio, la simulación, el disimulo, la disimulación.

Con que ahora están en sintonía con el combate a la corrupción propuesto por el presidente Peña Nieto, desde el mismo momento de su asunción a esa silla rota, que no acaba de quedar bien parada por las patas desniveladas.

Nomás que a los senadores no se les ocurrió pensar que la ley que aprobaron, la madrugada del miércoles, no librará al presidente de la maledicencia de periodistas incómodos, y que a toda costa se oponen a la estancia del jefe del ejecutivo al frente del gobierno.

Periodistas –periolistos les llamaba López Reyes, un veterano rector de la universidad autónoma de Chiapas– a quienes les encanta, de eso viven, acusar al mandatario, por pura envidia, de actos indignos como los conflictos de intereses y el otorgamiento de jugosos, jugosísimos, negocios a sus amigos desde que fue gobernador de su cantón, el estado de Toluca, como decía Vicente Gómez cuando iba a la capital del estado de México  a cubrir una pelea de boxeo. Comenzaba su crónica así: Toluca, Tol., a tantos de tantos de… Sin hablar de la llamada casa blanca, que habría costado alrededor de 7 millones de dólares a su esposa. Y que, sin una investigación seria, dicen que es producto de la corrupción en el toluco palacio de gobierno, desde donde la contratista Higa habría sido superengordada con millonarias sumas de billetes grandes. Y todos estos maldecires, sólo porque la lengua no tiene hueso.

Pero aparte de cualquier maledicencia periodística, muchos no quedaron satisfechos con el sistema nacional anticorrupción aprobado por los senadores entre el martes y miércoles pasados. Y eso que fue aprobado por la inmensa mayoría de legisladores del redil peñista. Lástima que el simpatiquito, Virgilio Andrade, de la función pública –que está investigando la conducta impoluta de Peña Nieto– no estuvo presente en los “debates” senatoriales para taparles la boca a los senadores malcriados con su jefe. Esos que no paran en levantarle falsos al primer mandatario.

Y me estoy refiriendo a los opositores –bueno, digamos que opositores cuando así conviene a sus intereses de partido y personales– del PAN y del PRD (¿son opositores? ¿No son paleros?), que aunque votaron a favor de la minuta anticorrupción (¿no debería haber sido más directa si le llaman “anticorruptos?), acusaron “deficiencias”, porque tal mecanismo “no termina con el régimen de excepción del fuero para los servidores públicos, incluido el presidente de la república, y no castiga el uso indebido de recursos con fines personales, conocidos como “moches”, como si los panistas no estuvieran involucrados en  esos cochupos a cambio de apoyar ampliaciones presupuestales para los presidentes municipales albicelestes. (¿O no, diputado Montana?)

Como aquel que pretendió ser candidato del PAN a la presidencia (Ernesto Cordero), quien el pasado martes presentó una reserva para facultar a la Auditoría Superior de la Federación y con ello prevenir la entrega de los tales moches a gobiernos estatales y municipales, reserva que fue rechazada por los priístas y perredistas.

¡Y es que los moches son importantísimos para la supervivencia de un legislador! Por aquello de que quien no transa no avanza. ¡Jolín! México, el país de la transa y de los transas.

El nuevo sistema no incluye al presidente porque éste es “inimputable” por conductas administrativas, políticas y penales, salvo la traición a la patria o delitos graves de orden común, como lo confirmó el también panista, el chiapaneco, villaflorense, Roberto Gil Swart.

Pero bueno. Algo es algo, dijo el calvo. Ya está la reforma. Ahora vamos a ver cuándo se pone en práctica. Cuándo empiezan a caer los corruptos. Porque eso es lo que le interesa al respetable. Como en la arena de boxeo. Tiene que ver sangre para que valga la pena pagar las entradas. Por lo pronto, los senadores no nombraron al fiscal anticorrupción, por falta de acuerdos entre los grupos parlamentarios. Y ya empezaron desenfocados… Ay, México, entre la anticorrupción y la disimulación…

fgomezmaza@analisisafondo.com
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