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1854 4 Junio 2015

 

 

La guerra sucia y otras bronconeumonías
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Esta campaña electoral será definida históricamente en Nuevo León como la madre de todas las guerras sucias.

En un par de meses un aluvión de descalificaciones e insultos, calumnias y difamaciones han inundado sin precedentes las redes sociales con una saña poco antes experimentada.

Los noticieros de prensa, radio y televisión, pero también los post en cualquier medio social de Internet critican “ad hominem”, es decir, no disienten de opiniones ajenas sino de personas, en franca repulsa a la necedad de la víctima de seguir vivo y pretender respirar. La mayoría acosan día y noche con saña obsesiva-compulsiva muy parecida al bullying.

A nadie nos gusta ser ofendidos. Ni insultados. Ni difamados. Ni calumniados. Ni en vivo ni bajo pseudónimo. Pero la solución es simple: se le ignora, y listo. En realidad, el impacto de una descalificación “ad hominem” es muy relativo en la arena electoral: no suele trascender en los votantes y en ocasiones incluso fortalece a la víctima.

En el fondo, el problema psicológico no está del lado de quien sufre públicamente una campaña virtual de linchamiento, sino de quienes calumnian cobarde y agresivamente desde el anonimato. Su afán, además de destruir la reputación de un candidato o de sus seguidores consiste en llamar la atención a como dé lugar, ubicándose en un plano no moral, pero sí tecnológicamente superior: es una distorsión del ego.

Esto se deriva de una psicopatología denominada “online disinhibition effect”. Cuando determinadas personas se plantan solas o grupalmente frente a una pantalla, se les detona un efecto peculiar: el anonimato las envalentona, incrementan características escondidas de temeridad, auspiciados por la invisibilidad que propician las redes sociales.

Cuando interactuamos cara a cara, el cerebro se mantiene usualmente en autocontrol gracias al córtex orbitofrontal, que emite señales para moderar nuestros impulsos y empatizar con los demás. Eso nos evita salidas de tono y comportamientos inaceptables. Pero en Internet, el córtex no funciona igual que en la vida real, porque no está bien adiestrado en el medio online. De ahí que nos sea fácil dejarnos llevar por impulsos, desatamos con ligereza los instintos primarios, y podemos enviar sin pensarlo dos veces comentarios insultantes. “Al cabo nadie nos ve”. Por eso la guerra sucia en las campañas políticas se nutren del “online disinhibition effect”. ¿Terminará esta patología política con la jornada electoral del próximo 7 de junio? Me da la impresión que esta guerra sucia apenas comienza.

 

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