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1859 11 Junio 2015

 

 

¿Qué tal lo estoy haciendo?
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- ¿Por qué ganó un candidato independiente la gubernatura de Nuevo León y por qué perdieron los candidatos de los partidos políticos? Trataré de explicarlo grosso modo.

El célebre ex alcalde de Nueva York, Ed Koch, visitaba diariamente los barrios bajos y los supermercados para preguntarle a los peatones: “¿qué tal lo estoy haciendo?” La obsesión de Koch por conocer de primera mano la impresión que causaba entre la gente era tan grande que la pregunta se volvió el título de una de las canciones del musical que montaron sobre él en Broadway: “¿Qué tal lo estoy haciendo?”

Esta manía de Koch, ajena a casi todos los políticos nuevoleoneses, es una dependencia mental permanente para quienes tienen vocación política. Que un gobernante pida de viva voz la opinión de los demás sobre su desempeño público es una evaluación que técnicamente no la supera ninguna encuesta formal: cómo reaccionamos cuando cierto político nos saluda, cómo le estrechamos la mano y le respondemos cuando se dirige a nosotros, representan valiosas herramientas de medición de desempeño.

La mayoría de los personajes del poder pasan desapercibidos o son reprobados por el escrutinio ciudadano y no reciben el mínimo reconocimiento espontáneo. De ahí que su autoestima los lleve a construir masas que los adulen, patrocinadas con dinero público. Los mítines masivos son más una terapia motivacional para el candidato con escaso amor propio que un recurso eficaz de promoción del voto. En una muchedumbre de acarreados, ahítos de emociones artificiales, no cabe formularle a nadie la pegunta de Koch: “¿qué tal lo estoy haciendo?” Menos podremos esperar que el candidato exprese lo que piensa verdaderamente. Koch sí lo hacía y por eso se burlaba de sus adversarios con una frase muy suya: “soy el tipo de persona que nunca tendrá úlcera, porque digo exactamente lo que pienso. Soy más bien el tipo de persona que le da úlcera a los demás”.

Tantas fotografías y videos de miles y miles de militantes coreando el nombre del ungido durante los cierres de campaña de Nuevo León no fueron más que testimonios caducados apenas un par de días después del 7 de junio pasado. Fue como una burbuja formada por seres humanos donde los responsables de los comités de campaña encerraron a sus candidatos incautos y vanamente ulcerados. ¿Por qué entonces los partidos mantienen esas prácticas de bisutería que no sirven para persuadir a nadie? Porque al menos en Nuevo León perdieron su razón de ser como instituciones electorales.

Un partido político es un espacio público donde ciudadanos que no se conocen se concentran para defender ideales y luchar por las mismas causas comunes. Si esta definición cae en desuso, los partidos pierden su identidad democrática, su naturaleza original y por ende, tarde o temprano, las elecciones. A la larga, también perderán su legitimidad.

Cuando decimos que la partidocracia está en crisis en Nuevo León es porque los partidos han dejado de plantearse qué causas comunes defienden, y sus candidatos ulcerados no se preguntaron nunca “¿qué tal lo estoy haciendo?” Las candidaturas independientes son la respuesta a esta debacle de representación política local. Así de simple.

 

 

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