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1879 9 Julio 2015

 

 

El grano y la paja
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Jaime Rodríguez Calderón, en calidad de gobernador electo de Nuevo León, se reservó dos –nomás dos– áreas del menú servido en el traspaso de poderes: Seguridad y Educación. De ese tamaño ha de ser su diagnóstico. Por algo quiso capear sin intermediarios los tizones más candentes de un sexenio en ruinas.

Para abrir boca, preguntamos: ¿se someterá a los enredos politiqueros de la Reforma Educativa del centro o bateará la bola envenenada de regreso, como lo ha hecho con el megaproyecto hidráulico peñista “Monterrey VI”?

Apuremos una tesis muy burda: la escuela de NL, según la SEP, está kaput, out, quebrada. La otrora orgullosa escuela nuevoleonesa es zona de barbarie, prostíbulo político, barril sin fondo para las bellaquerías sexenales, cancha franca para experimentos integristas disfrazados de promoción de valores. Un caos.

El gobernador independiente tiene ante sí el bonito dilema de jugar al maquillaje reformista o remendar la crisis educativa con fetiches axiológicos tomados de manuales de autoayuda muy al gusto del conservadurismo regio. ¿Cambiar todo para que todo siga igual?

¿Qué significado tiene el que haya separado Seguridad y  Educación para su albedrío? ¿Leería con claridad que una y otra islas presupuestales están íntimamente imbricadas? ¿Quién lo asesora en estos complejos problemas? ¿Compartirá la perogrullada de que evaluar al magisterio es preciso, aunque educar no? Urge separar la paja de la semilla.

Es necesario purgar la escoria, que el gobernador electo dé señales de auditar no sólo a los Medina, clan del gobierno saliente, sino que pase por la báscula al SNTE. Nadie le teme al brete evaluador, dicen los maestros aguerridos. El gobierno y sus voceros son los únicos ilusionados con su batería de pruebas marca patito. Al que hay que vigilar es al dinosaurio sindical con procelosa lupa, con programas permanentes de transparencia y rendición de cuentas.

Quien no quiera ver ni oír lo que en realidad se agita en lo profundo de las aguas turbulentas del profesorado inconforme pecará de necio o de complicidad criminal. Al magisterio no lo asustan los rimbombantes lemas con aroma demagógico: “es imperativo evaluar por el derecho infantil a una educación de calidad”. Por favor que se hace tarde, claman los profes, pero comencemos por las cabezas caciquiles que han contribuido a erosionar el aprecio popular a la figura del maestro. Es en la cueva de ladrones sindicales donde hay que dejar caer la furia justificada del reclamo público. Es ahora o nunca.

Si el gobernador electo se contenta con el blofeo de la SEP y sus curitas para el cáncer educativo, no se la va a acabar con miles de maestros y maestras, hormigas de fuego al borde de la desesperación, muy lastimadas por las truculencias de Peña Nieto y los contubernios charriles. El magisterio de Nuevo León no quiere evaluarse en condiciones de extrema inseguridad, cuando su escuela se cae a pedazos y hasta su alumnado lo amenaza con delatarlo a los Malitos, nombre eufemístico para nuestros globalizados cárteles del horror. No quiere que se le clasifique y señale como nerd, tarado, lento, soso, impopular, reprobada, cuerdita, revoltosa, matado, como ya está ocurriendo en el subsuelo del populacho enardecido por la telecracia.

Nuestro magisterio entiende que una reforma es impostergable para adecuarse a una ciudadanía adulta, la que votó en paz y en libertad por la primavera política, la que hizo posible la revolución democrática y botó a los corruptos. Nada es personal, pero lo será si la Reforma sigue por el camino errático de Peña Nieto.

Lo más valioso de la movilización actual es el espíritu contestatario de sus docentes y, por ende, de sus alumnos. La broncomanía reactivó la capacidad individual e intransferible de criticar, resistir, protestar, errar, aventurar. La pluralidad es su divisa. No acepta la estandarización propuesta por el INEE. Se podrá  homogenizar la leche bronca, jamás su inteligencia. No cree en las recompensas a futuro, ese  tiempo verbal que florece con los pétalos intoxicados por los regaños de don Emilio Chuayfett.
 
Violencia, amenazas y control militar para aplacar al profesor no caben en este momento tan peligroso. La pedagogía del miedo no sirve para obligarlo a obedecer y mecanizar el vasallaje. El mejor maestro es el que piensa, idea y actúa como individuo soberano. La educación nuevoleonesa salió a emitir su sufragio y manifestó el repudio a cuadrarse ante la moral del rebaño. La raza paga, la raza enseña: sí a la evaluación docente pero con adecuaciones legislativas locales para evitar el despido, sin ánimo punitivo ni trabucos tautológicos de la Suprema Corte.

El gobernador electo ya sabe que recibe una mesa educativa en estado de putrefacción, así se la dejaron el PRI y el PAN. Pero todavía tiene remedio. Hay que apurar el paso del jamelgo porque la derecha conservadora ya se relame los bigotes, ambiciona dar el zarpazo a lo que queda de la educación pública, obligatoria, gratuita y laica. La laicidad es el grano, lo demás es paja inflamable.

 

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