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1967 10 Noviembre 2015

 

 

Cada quien debe poner su casa en orden
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- En realidad, en México no existía ningún problema con el trasiego de la droga. Los colombianos enviaban la carga de estupefacientes a México, aquí los narcos la llevaban a Estados Unidos y todos en paz.

No era, nunca fue, no podía ser lo que llamaríamos una santa paz. Es comercio sucio, pero toda la operación se hacía sin violencia. México ni siquiera era centro de consumo.

El porrote fuma desde hace siglos y sólo un segmento muy pequeño de la casta divina buscaba en las drogas duras un toque más de esnobismo que de elegancia. Pero los gringos nos impusieron la solución a sus problemas, como lo habían hecho ya en Colombia, y entramos en guerra.

No sé si el fallo de la Suprema Corte nos ayude a salir de este lago de sangre. ¿Quién puede anticipar el futuro? Pero la vida nos enseña un par de cosas: si a lo largo de nueve años ha fracasado la fórmula que empezó a poner en práctica el gobierno de Felipe Calderón, entonces como que ya va siendo tiempo de buscar otros caminos.

Ya murieron demasiados mexicanos para que los drogotas gringos sigan gozando de sus paraísos artificiales. Y, otrosí: quizás la resolución de la Suprema no nos lleve a ninguna parte, pero por lo menos hay que ponerla a prueba.

Llama mucho la atención la resistencia que inmediatamente opuso Peña Nieto al acuerdo de los ministros de la SCJN. En sí, la decisión del tribunal superior tiene más promesa que contenido. Se limita a autorizar a cuatro mexicanos a producir cannabis para su uso personal.

Hoy por hoy, los que quieran elaborar y consumir el cáñamo tendrían que seguir el mismo largo, tortuoso y difícil sendero. Ahora que, si otras cuatro personas o cuatro grupos de ciudadanos recurren a la misma vía del amparo y logran la protección de la Suprema, entonces, con cinco amparos resueltos de manera favorable  se hace jurisprudencia y automáticamente se legalizará el proceso de elaboración y uso personal de la yerba.

¿Qué seguiría? Por lo pronto, gente de poder político y económico perdería algo de dinero. No mucho. Pero la despenalización de la “juanita” sin duda abriría la puerta para que se siguiera el mismo procedimiento con los estupefacientes de mayor impacto.

Recordemos que, en cierta forma, esto se ha estado haciendo desde hace rato. Las autoridades sanitarias distribuyen a hospitales y farmacias una lista de personas a quienes correctamente califican como enfermos que necesitan inyectarse o inhalar esas substancias.

Me parece que ése es el criterio que se debe emplear. Más que delito, la adicción es una enfermedad y el adicto debe estar en un centro de rehabilitación, no en el penal. El tema es delicado y a riesgo de caer en redundancias insisto que aquí hablo del consumidor, no del traficante.

Calderón y Peña Nieto cedieron a las presiones de Washington. Hemos pagado su servilismo con ríos de sangre. Ya basta. Cada quien debe poner su propia casa en orden.

Pie de página
Definitivamente, las cosas empiezan a cambiar en Cuba. Madeleine Sauté escribió en Granma, hasta hace muy poco tiempo, un adusto periódico con resabios estalinistas, un bello ensayo titulado “Semiótica del beso”.

hugo1857@outlook.com

 

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