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1975 20 Noviembre 2015

 

 

Virgilio Andrade: el niño perdido
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Es la comparecencia ante el Congreso de la Unión de Virgilio Andrade, Secretario de la Función Pública. Flota en el ambiente de la sala la corrupción y el conflicto de interés.

Su presencia aquí es evidencia de que el gobierno cuesta mucho y sirve poco. Solo  35% de la población cree en la honestidad de Jefe del Ejecutivo. Un nivel de aceptación en sus mínimos históricos. 9% de corrupción se come el Producto Interno Bruto. Así, hasta el grupo legislativo del PRI es cauto en la defensa de Peña Nieto. Nada que regatear ante la contundencia de los hechos.

La Casa Blanca fue un delito en contra del Estado. Pero tras ser solapado por el propio titular de la Función Pública, la Casa Blanca se volvió en algo peor: un delito del Estado. No es mera diferencia semántica. En estos dos últimos años se ha destapado la cloaca. Virgilio Andrade escucha las acusaciones con incomodidad. Le falta sangre fría. Le sobra gesticulación y temblor de manos. Es un neófito, un principiante. Es parte de la debilidad institucional a la que sirve como niño perdido, desorientado.

Pero la crítica de los legisladores a Andrade es apenas un catálogo de ocurrencias desafortunadas. Decibeles en sustitución de datos duros. Los grupos parlamentarios hundidos en el marasmo de la mediocridad, la sumisión al sistema político como método de sobrevivencia y noria de prebendas. El Sistema Nacional Anticorrupción durmiendo el sueño de los justos, a falta de legislación secundaria. No existe Gobierno Abierto (1,100 trámites y 218 mecanismos de participación ciudadana en un portal web que representan la tan elogiada ventanilla única; apantalladora pero que no pasa de ser mera nimiedad) ni buenas prácticas regulatorias.

El PAN pide juicio político en contra de Virgilio. Algo es algo. Lamentable que esta comparecencia no se realizara en el pleno; que no exista verdadera rendición de cuentas ni fiscalización. Se habla del más grande escándalo de corrupción en la historia moderna de México, de tráfico de influencias. Y Virgilio es acusado de no hallar nada y declarar el caso cerrado en tiempo récord.

Virgilio fue nombrado para exonerar a sus jefes. De manera que él también es culpable de los 1.6 billones de pesos perdidos por la corrupción en México, según datos de la  ONU. Ante la petición de juicio político, Virgilio luce  abstraído; es un niño perdido.

Le doy una palmada en la espalda al terminar la comparecencia: “nada mejor que el cubículo universitario, Virgilio, nada peor que la política mexicana”.

Me sonríe como única respuesta.

 

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