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1980 27 Noviembre 2015

 

 

El político filósofo
Eloy Garza González

 

Monterrey.- “La historia mejor escrita sobre filosofía griega es de un autor alemán y usted la tiene entre sus manos”. Repaso en la librería Gandhi el estante de libros de filosofía y siento la mano extraña, posándose en mi hombro derecho.

Me vuelvo. El ex político viste camisa azul cielo y pantalón de pana. Va con su hijo, flaco y con barba de perilla que seguro no aprueba el pulcro de su padre. “Lea mejor a Jacques Maritain” y yo guardo silencio, porque no frecuento a filósofos católicos. Prefiero contarle que un alto funcionario cercano al flamante Presidente Vicente Fox, acaba de expresarse bien de él, en presencia mía.

Carlos Castillo Peraza me escucha con recelo y me propina un Dios bendiga a Vicente,con marcada ironía. Sus discrepancias con Fox son tan grandes que durante la elección del 4 de julio de 2000, no dudó en votar por el candidato socialdemócrata Gilberto Rincón Gallardo. Por salir del instante incómodo cambio de tema. Le digo que participo en la integración del nuevo Plan Nacional de Desarrollo. De nuevo sonríe con sarcasmo: “Un empresario apela a la planeación; un comerciante al instinto. Y Fox es un comerciante”. Yo remato su sarcasmo: “Y a lo mejor ni eso”.

Sonríe. Saluda con ademanes vivaces a los clientes. Sigue siendo conocido, mas no popular. Carece del carisma del líder, esa virtud alejada de la inteligencia del sensato. Castillo puede dibujar el futuro promisorio de un país; diseñar un modelo de democracia cristiana basado en la encíclica Gaudium et Spes, forjar una política social inspirada en la Rerum Novarum, pero carece del arrastre que tienen los guías de multitudes. Sin embargo, más que sufrir, disfruta su defecto: se sabe parte de la élite del pensamiento, aunque a veces cree, como Borges, que la democracia es un abuso de la estadística.

Un par de meses más tarde, a Carlos le diagnosticarán un mal cardiaco en España, pero decidirá no interrumpir su gira europea y viajar a Alemania, en vez de retornar cuanto antes a México para ponerse en manos de un especialista. Su indolencia le costará la vida: morirá de un infarto al miocardio en casa de unos amigos suyos, en Bonn.

Muchos años nos costará asimilar la brutal profecía de Carlos Castillo Peraza. En efecto, el gobierno de Fox careció de planeación empresarial, de la que tanto alardeó durante su campaña electoral. Felipe Calderón, en cambio, padeció el defecto contrario; un exceso de planeación que enfocó exclusivamente a librar una guerra en contra de un monstruo de mil cabezas: el crimen organizado.

No alcanzó a vivir el retorno del PRI al gobierno federal, ni conoció la sucesión actual de venalidades y corrupción voraz. Murió justo al nacer el nuevo milenio y justo al declinar la esperanza de los mexicanos. Aún lo recordamos con nostalgia.

 

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