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2006 4 Enero 2016

 

 

Casas, casas
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Una franja de los políticos mexicanos tiene una propensión natural por poseer casas ostentosas en lugares exclusivos de México, como en el extranjero, exhibirlas todas ellas como ejemplo de buen vivir y buen gusto, porque se han dado a la política y ésta les ha retribuido generosamente.

Las casas que normalmente son una aspiración de vida para la media de los mexicanos, en aquellos afortunados de la vida son frecuentemente caprichos de realización económica y escaparate de que se está en la cumbre de los beneficios de la política.

Que aquello de la medianía juarista y lo de “político pobre, pobre político”, no es lo suyo. Que lo suyo es lo grande en todo. Grandes decisiones, grandes construcciones, grandes espacios, grandes inversiones, gran egolatría.

El político mexicano, entonces, a través de sus casas satisface algo más profundo, quizá el olvido de carencias pasadas, de inseguridad personal o confrontación de la peor manera con el otro o las otras.

Entonces, la casa de este tipo de político que no sabe de distingos partidistas, está lejos de aquella definición clásica de casa “como lugar en que históricamente se desarrollaron las actividades y relaciones específicas de la vida social,  familiar, desde el nacimiento a la muerte…” y es que claro, la casa dejó de ser lo que era, para convertirse en lo que hoy es un espacio de inversión, ostentación, fantasía, incluso cierta locura que sólo tiene los límites del exceso o la vulgaridad.

¿Cómo olvidar la casa de José López Portillo, conocida como la Colina del Perro, inspirada en una muralla medieval instalada en Bosques de las Lomas? ¿O el Partenón de su amigo de juventud, El Negro Durazo, que es imitación chafa del templo de Atenea y la Acrópolis griega?

Las casas de estos políticos, como se ha demostrado, son una forma de lavarse la cara, el dinero o de ocultar beneficios de tráfico de influencias, que han hecho de la política una actividad de intercambios muy rentables.

El problema de las casas de los políticos mexicanos como vemos, viene de lejos, desde antes de la llamada “casa blanca” de la esposa del Presidente Peña Nieto. Quizá la única diferencia entre ésta y la de los otros radica en el manejo de los tiempos precisos para el tráfico de influencia, la dádivas de alto rango o algo más simple, pero más profundo, la realización de un sueño del tamaño efímero de una portada en Hola!

Los políticos de antaño no tenían problema de hacer y deshacer una prensa maiceada, que no veía más allá de los boletines oficiales, la entrevista pactada, la simple y llana porra con mayor o menor exquisitez.

Pero, en estos tiempos de competencia en todos los niveles, los concesionarios de los medios de comunicación y periodistas buscan dar un nuevo sentido a lo público para transformarlos en escándalos políticos.

Y, bueno, lo de las casas de los políticos, es pan caliente en franjas de una sociedad cansada y ávida de escarnio público de políticos notoriamente corruptos  que practican este juego con el mayor desparpajo e impunidad.

Y es que hay materia. El tráfico de influencias que exhibió la llamada “casa blanca”, entre la familia presidencial con la empresa constructora HIGA, es la punta de la madeja de una serie de escándalos inmobiliarios, que llevaron lamentablemente a la calle a la periodista Carmen Aristegui, provocando por ello señalamientos severos de líderes de nuestra opinión pública y de los medios de comunicación internacionales más influyentes en el mundo económico.

Angélica Rivera, la Primera Dama del país, además de la “casa blanca” calculada en 7 millones dólares, es dueña de un condominio en Cayo Vizcaíno en Miami, con un costo de 3.3 millones dólares pagados todo ello, nos dice, con lo ganado en su paso como actriz por Televisa.

Elba Esther Gordillo, la todopoderosa “maestra” que no ha podido librar la prisión por un desfalco de más de 2 mil millones de pesos al SNTE, tiene una casa en el exclusivo Coronado Cays de San Diego, con un costo de 4 millones dólares, más un departamento de lujo en París, desde donde seguramente miraba a su gremio sometido y los estragos en la educación pública. Ahora, por cosas de la vida en política, reside en una celda de la cárcel de Tepepan.

José Murat Casab, ex Gobernador de Oaxaca, que se jactaba de no haber robado durante su gestión pública y “que había salido como entró”, no duró mucho antes de que el diario New York Times revelara que su familia poseía seis propiedades millonarias en los Estados Unidos, una de ellas en la exclusiva Torre Times Warner Center de New York, donde los departamentos tienen un costo aproximado de 15 millones de dólares. Se defendió mal diciendo que no eran suyas, sino de sus familiares.

El junior Luis Armando Reynoso López, hijo del ex Gobernador de Aguascalientes, Reynoso Femat, cometió la estupidez de comprar de contado cuatro casas en San Antonio en un solo día, cada una de ellas con un valor de medio millón de dólares. Inmediatamente lo detectó el fisco estadounidense y fue llamado a cuentas sobre el origen de esa fortuna. Igual, la hija de este político panista, se dice que mencionó en su cuenta de Facebook que su familia tenía un departamento de lujo en la exclusivísima Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos.

A Héctor Javier Villareal, ex Tesorero del gobierno de Humberto Moreira, le encontraron propiedades por un monto aproximado de 20 millones de dólares en los Estados Unidos, y ahora este político torpe purga una condena por diferentes delitos en una prisión del vecino del norte.

En definitiva, estas historias de casas y departamentos lujosos, muestran una vez más la debilidad de nuestras instituciones para prevenir y perseguir los delitos de los políticos. La mayoría de estas viviendas huelen a corrupción e impunidad.

Seguramente hay miles de casas y departamentos lujosos, que han sido financiadas con dinero público o que son producto de ingresos ilegales en las cuentas de funcionarios públicos y algunos, como la hoy Senadora Diva Hadamira Gastélum, quien busca ser candidata del PRI al gobierno de Sinaloa y al detectársele una casa de estas que llaman al escándalo, dijo a la prensa que en su carrera política ella nunca ha manejado presupuesto público.

Peor.

 

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