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2030 5 Febrero 2016

 

 

Comenzó el combate duro y cruel
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Tiempo de canallas. Pero no siempre fue así. Uno se harta de redactar notas de condena a los hombres y mujeres que abusaron del poder para dejar en ruinas a México. Y dan ganas de escribir un par de párrafos para mantener viva la débil llama de la esperanza. Para hacer esto, hay que recordar episodios del pasado y creer en el futuro.

Por el año 37 o 38 del siglo pasado, la profesora Benita Reyes, recién graduada de la Normal, daba clases en una escuela al aire libre por los rumbos de lo que entonces era la Villa de Guadalupe. Mi tía –así la llamo por cariño– tendría entonces dieciocho años. En aquel tiempo el magisterio era vocación, no profesión.

La joven maestra Benita estaba aplicadísima en su clase cuando, con intuición de mujer, sintió la mirada de un desconocido. Era un hombre joven, bien plantado, de camisa y pantalón ámbar y sombrero tejano. Mi tía siguió en lo suyo. Al terminar la lección se le acercó, respetuoso y serio, el extraño. Luego de felicitar a la educadora por el amor que mostraba en su tarea, se presentó: “Soy Lázaro Cárdenas, Presidente de México. Dígame qué necesita y le prometo que se lo enviaré”.

Mi tía se aturdió y pidió un pizarrón y unas dos cajas de gises. Don Lázaro hizo la anotación en una libreta, tomó de su cartera una tarjeta con su nombre y cargo y escribió una clave. “Cuando vaya a México pase al Palacio Nacional y muestre esta cédula para que la lleven a mi oficina”.

Poco después, llegaron los materiales solicitados. Transcurrieron dos, tres meses y la tía viajó a la ciudad capital para algún asunto de la Secretaría. La SEP está a muy corta distancia de la que entonces era sede del Ejecutivo. Total, qué pierdo con intentarlo, se dijo la joven normalista. Entró, al oficial de guardia le mostró el tarjetón y, efectivamente, a los pocos minutos ya estaba en el despacho presidencial.

Don Lázaro la saludó con ese respeto y esa seriedad que le eran propios y quiso saber si hacía falta algo en aquella modesta escuela sin edificio pero con espíritu y ansia de enseñar y aprender. Y la tía, a sus dieciocho años, se volvió a aturrullar: “Pues sí, señor Presidente. Ahora necesito unos borradores”.

El señor Cárdenas terminó su mandato y en la noche volvieron las hienas. Falleció mi tía y el hombre de Michoacán pasó a ocupar su columna en el Gran Oriente. Tantos años de miseria e injusticia. El sol vuelve a brillar en el tercer milenio. Apenas si empieza la batalla. Muchos de nosotros no veremos el triunfo de la justicia.

Quizás tampoco nuestros hijos llegarán al monte sagrado donde nace el arco iris. Serán nuestros nietos quienes beberán la miel de la democracia.

Comenzó el combate duro y cruel. Vamos a ganar. Ya no volverán a robarnos la vida.

Pie de página
La PGR tendrá que buscar otro tema de distracción, porque ya estamos viendo la repetición de capítulos en la serie “Sean entrevista a Kate y el chapo.” Sugiero un nuevo serial sobre los frecuentes vuelos que hacía de Sinaloa a Tijuana el hombre más buscado de México.

hugo1857@outlook.com

 

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