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2044 25 Febrero 2016

 

 

Sanders, un reformista probado
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- El socialismo que profesa Bernie Sanders no tiene por qué asustar a nadie. Si los dioses nos favorecen –a los norteamericanos y al mundo– y este intelectual judío hijo de Brooklyn  gana las elecciones gobernará, ciertamente, en busca del bienestar de las clases trabajadoras.

Pero ello no significa que se embarcará en un programa de nacionalizaciones ni cambiará la bandera de las barras y las estrellas por el lábaro rojo con la hoz y el martillo.

Tampoco impondrá La Internacional como el nuevo Himno Nacional ni creará una cadena de gulags. El socialismo de Sanders tiene más, mucha más afinidad con el welfare State de los países escandinavos que con la doctrina filosófica, política y económica a la que le dieron cuerpo Marx y Engels.

Algo tendrá este maestro universitario que arrolla en cuanta consulta comicial se presenta. Candidato independiente a los cuarenta años de edad, los habitantes de Burlington –la ciudad más grande de Vermont– le dieron el voto que lo llevó a la Presidencia Municipal. Lo reeligieron tres veces y tirios y troyanos tuvieron que admitir, muchos de ellos a regañadientes, que  convirtió a Burlington en la mejor ciudad de Estados Unidos: un asentamiento urbano a la altura de la dignidad del hombre.

Frenó en seco a desarrolladores inmobiliarios y especuladores de terrenos con una consigna que hizo Historia: “Burlington no está a la venta”. Si dejó la Alcaldía fue porque buscó nuevos aires. En el 90 los votantes le abrieron las puertas de la Cámara de Diputados: de nueva cuenta, fue reelecto tres veces y desde el doce es senador.

Sanders no es un liberal: es un hombre reformista. No va a destruir el tejido social: sólo lo perfeccionará. Admira a Eugene Debs, el socialista quien, preso en 1916 por su oposición a la Guerra del 14, ganó un millón de votos en la contienda electoral. Pero eso ocurrió hace cien años y Bernie, de 75, es un estudioso del pasado pero vive en el presente.

Y vaya que el precandidato demócrata tiene cosas que contar. En el 63 marchó codo a codo con Martin Luther King. El judío neoyorquino –casado con una universitaria católica– avecindado en Vermont ha sido el campeón de todas las peleas contra la corrupción, los abusos del poder, el racismo, las guerras injustas y la desigualdad económica.

Acaudilló la campaña contra una de las más estúpidas e intolerantes de las iniciativas presentadas ante cualquier Legislatura del planeta. A la sombra de la siniestra Ley Patriota, el “Establishment” pretendió llevar un registro con los nombres de todos los norteamericanos compradores de libros –así fuese de un solo tomo– y el título correspondiente. Este es Bernie, socialista, a su manera, desde la High School. El Partido Demócrata puede estar orgulloso de sus dos abanderados.

Hillary Clinton también posee merecimientos propios para vivir cuatro años o más en la Casa Blanca. Frente a Clinton y Sanders, los republicanos promueven a Trump. El único comentario que cabe es que la política es un juego de azar.

Desde luego, Trump puede ser el próximo Presidente de la Unión Americana. Ante esa amenaza, sólo puedo repetirle al votante estadunidense la sabia frase de Nietzche: “No tires tu amor y tu esperanza”.

hugo1857@outlook.com
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