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2090 29 Abril 2016

 

 

Rubén Blades: salsa del hijo de sí mismo
Eloy Garza González

 

Monterrey.- A principios del año 2016, Rubén Blades, el poeta de la salsa, como se le conoce en el mundo de la música afroantillana, anunció que luego de 50 años de trayectoria, dejaría de hacer giras artísticas. Se concentrará en su próxima campaña presidencial en Panamá.

Ser inquilino de la Casa de las Garzas, donde vive el Presidente de Panamá sería el hito final de la vida de un hombre echo a sí mismo, un self-made al derecho y al revés. Nació en junio de 1948 y proviene de una familia sin estudios, no disfuncional, pero iletrada. El padre, de origen colombiano y avecindado en Panamá, nunca pisó la escuela primaria. Supo, no obstante, inculcarles ciertos valores de sacrificio a los hijos. Y lo hizo con la música por delante: era percusionista y, al mismo tiempo, agente de la policía que ganaba un sueldo irrisorio de 75 dólares al mes. Hay quien dice que incluso fue espía, en una sociedad sojuzgada por EUA, con el pretexto de controlar las esclusas de Miraflores del Canal de Panamá. La madre oriunda de Cuba, tampoco tenía estudios terminados de primaria, pero cantaba las baladas como los ángeles. Una virtuosa de la entonación, lírica y sensible y pianista bien dotada, aunque en su casa nunca tuvo piano porque no cabía: era tan pequeño el domicilio familiar que optar entre meter completa a la familia Blades, o destinar un espacio a cualquier instrumento musical.

En suma, la calidad de vida de los Blades era de austeridad forzosa, lindando en la pobreza, pero en una atmósfera de música latina, que entonces no se conocía como salsa. Rubén se las ingenió para recibirse profesionalmente como abogado. Desde niño fue empeñoso y autosuficiente. Como si fuera el padre de sí mismo. No le debió sus éxitos a nadie. De adolescente comenzó a labrarse una conciencia social que después destilaría en muchas de sus composiciones musicales como Tiburón o El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés. Sin ser un hombre propiamente de izquierda, reflejó en sus versos las injusticias sociales de su pueblo y se mantuvo en guardia en contra de la derecha de su país y luego de su segunda nacionalidad, la estadounidense.

Se fue de Panamá a EUA, en 1974, a los 25 años recién cumplidos; él dice que porque no podía ejercer derecho en una dictadura como la panameña, aunque quizá fue más bien una motivación aspiracional. A Blades, su país le quedaba chico para sus ambiciones profesionales y, entre tanto, la música la llevaba por dentro, bien enquistada. Comenzó en Miami y luego recaló en Nueva York como empleado de correo de la discográfica Fania All-Stars ganando 25 dólares a la semana, con la única función de arrastrar una carretilla de cartas para repartirlas entre los directivos de Fania. No le sirvió para nada el título de abogado. Fue como reiniciar la vida profesional otra vez de cero.

La suerte le sonrió cuando Ray Barretto, uno de los grandes percusionistas y exponentes de jazz latino, muerto en 2006, lo invitó a formar parte de una banda de primer orden que recién integraba. Ofreció a Blades el rol de cantante solista después de una audición que dejó impresionado a Barreto. De ahí al Madison Square Garden, fue solo un paso. Luego en poco tiempo se asoció con la orquesta del legendario trombonista Willie Colón, formando una pareja dispareja que resultó un éxito de público y crítica, y que fue el principio de una relación turbulenta, de demandas judiciales entre ellos y denuncias mutuas en medios masivos. Pero queda en la memoria colectiva una obra maestra discográfica titulada Siembra (1978). Desde entonces ha compuesto más de 20 discos, casi todos clásicos modernos de la salsa ya con su propia banda: Son del Solar.

En los años 90, después de incursionar como cantante, compositor y actor de cine en Hollywood, Blades entró a la liza política de Panamá, su país natal. Fundó un partido político en menos de 5 meses que bautizó como Papá Egoró, que no fue más que un trampolín para sus aspiraciones presidenciales. Se postuló en 1994, centrando su campaña en la corrupción y el tráfico de influencias que hundía al gobierno del entonces Presidente Guillermo Endara. Quedó en tercer lugar en los resultados electorales y Papá Egoró se volvió un botín para muchos políticos que se habían postulado a través de sus siglas. Con astucia, una fracción de los legisladores que militaban en Papá Egoró le quitaron a Blades la plataforma con el pretexto de que el músico lo gestionaba a la distancia, desde Nueva York, donde urdía realmente sus compromisos profesionales. La crítica francamente no estaba tan desencaminada. Prácticamente lo expulsaron de sus filas. Fue el comienzo de un sinfín de disputas intestinas que salpicó la reputación de un genio de la música metido a redentor político, bajo códigos pragmáticos que no embonaban con su testarudo idealismo.

Al final no ganó nadie, ni Blades ni sus compañeros militantes opositores y todos recibieron su castigo en las urnas. No obstante, Blades fue perseverante en su búsqueda del poder político, aprovechándose de la popularidad de su figura. Hizo propaganda de su celebridad. Aceptó el Ministerio de Turismo en el gobierno de Martín Torrijos (hijo del general Omar Torrijos) y durante 5 años (lo que duró el mandato de Torrijos, de 2004 a 2009), no volvió a saber de música, ni compuso casi ninguna canción. Una pérdida de tiempo en la carrera musical de Blades, y una dudosa ganancia para las políticas de Turismo de esos años para Panamá.

A principios de 2016, un Blades ya maduro, más asentado emocionalmente y menos mesiánico que cuando fue candidato por primera vez, anunció que volvería a postularse como Mandatario de Panamá. Era el paso esperado del hijo de sí mismo, que se formó siguiendo su propio instinto y que es más dueño del rumbo de su propia vida que muchos de sus paisanos, en razón de su voluntad y una perseverancia ejemplar. En él, los malos augurios de una de su obra cumbre, Maestra Vida, no se cumplirán, en el sentido de que sabe sortear el supuesto fatalismo que impone el sello de nacimiento y aún más claro: que demuestra con su perseverancia de sabio musical que el dicho de que cuna es destino, no es más que una falacia fácilmente desmontable con los hechos y acciones personales. Esto, gane o pierda la Presidencia de su país.


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