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2100 13 Mayo 2016

 

 

María Elena Chapa
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Mi abuela Altagracia usaba un montón de palabras raras. Las decía nomás. Aplicadas en el momento oportuno le servían para corregir a la prole. Yo las aprendí a fuerza de sufrir en carne propia la carga semiótica de términos como “sorgatón”.

-¡Bájate de ese árbol, eres sorgatón!

Mi abuela se murió sin explicarme el significado preciso de esta voz, mucho menos el origen etimológico. El parco y eficaz léxico empleado por mi abuela le había sido heredado de sus ancestros. Sorgatón me sonaba a adjetivo aumentativo derivado de sordo. Hoy me doy cuenta que este significado no es muy preciso. Una acepción que se encuentra en Google se refiere a una persona que realiza acciones inadecuadas para su nivel educativo, posición social o para la edad que representa. Otra relación apunta hacia alguien que está consciente de una obligación y no la cumple. Sinónimo: “hacerse el menso a propósito”

Mi amiga Aline Pettersson recién acaba de publicar un bello artículo en el cual hace remembranza de su infancia. Cuenta que cuando iba al circo veía el espectáculo de un payaso que fingía ceguera y sordera con el fin de divertir al público. Cuando el payaso trataba de ubicar un objeto o a otro personaje en el escenario, el  público lo guiaba: “atrás”, “a la derecha”, “abajo”. Aline se desesperaba y sentía mucha frustración cuando el mimo erraba una y otra vez en algo tan simple. El cómico fracasaba por no atender las indicaciones del coro que se desgañitaba en las gradas. Aline no comprendía cómo era posible que la gente se riera de aquel payaso desgraciado. Ella no se divertía en lo más mínimo.

Escribe la Pettersson, que esa misma frustración la siente hoy que ya es una persona mayor cuando observa el comportamiento de los políticos en todos los órdenes de gobierno. Por más que la ciudadanía vocifera, señala, denuncia, el político se comporta exactamente como aquel mimo sorgatón.

Los ciudadanos de Nuevo León nos encontramos ante el mismo espectáculo lamentable rememorado por la escritora veracruzana en este gobierno encabezado por Jaime Rodríguez Calderón, cuya fama de sordo, ciego, terco, boquiflojo y estulto ya trascendió fronteras. No hay otro modo de explicar tantos yerros en áreas sensibles como seguridad pública, desarrollo económico, salud, educación, y en lo que está ocurriendo con la destitución de María Elena Chapa Hernández como presidenta del Instituto Estatal de las Mujeres (IEMNL).

Hay muchos retrocesos y broncas en la gobernabilidad del estado, eso es indudable. Hoy jueves [ayer] Milenio nos informa que la bancada del PRI en el Congreso estatal se declara extrañada y exige aclaraciones al gobernador por este cambio de la titular del IEMNL. El asunto ha sido manejado con bastante  desaliño de parte del equipo de comunicación social del bronco. El mensaje es muy claro: a este gobierno no le importa el tema de género.

¿A qué obedece la sustitución de una mujer del nivel cultural, intelectual y político de la admirada y querida María Elena Chapa? ¿El relevo de este figurón es un castigo o un cobro de facturas de grupos ultraconservadores incrustados en el poder estatal? ¿Es cierto que hubo fricciones entre la Chapa y el gabinete de Rodríguez Calderón? ¿Se hartó María Elena de la actitud frívola de los funcionarios con respecto al tema de los feminicidios? ¿Se va a caer para arriba? ¿El cambio intenta pasar la estafeta como premio de consolación a Yamillet Orduña Saide, cuyo único mérito conocido es haber participado en las pasadas elecciones como aspirante a la alcaldía de Monterrey por el Partido Encuentro Social, de inspiración cristiana? ¿Hay mano negra que intenta socavar los avances (pocos) en la agenda feminista de una ciudad asediada por fuerzas retrógradas?   

Es necesario que la ciudadanía tenga acceso a más información. María Elena atendía con solvencia y pulcritud un área muy sensible de la vida pública de Nuevo León, su desempeño le valió reconocimientos nacionales e internacionales. Circulan chismes, trascendidos, comentarios que tornan oscura la decisión tomada en los más altos círculos del poder. El rumor más insistente gira en torno a que la destitución no se dio en los mejores términos políticos para María Elena. Ojalá que estos rumores sean sólo eso.

Urge que se nos explique con prontitud qué planes tiene el ejecutivo respecto a la violencia contra las mujeres denunciada hace pocas semanas por varios colectivos que salieron a la calle. Cuáles serán las estrategias de prevención, atención y lucha por alcanzar mejores indicadores en equidad e igualdad entre hombres y mujeres.

Una mujer como María Elena Chapa, y por consiguiente cualquier otra mujer de Nuevo León, no merece un trato indigno de parte de un jefe político caracterizado por su discurso machista y su cortedad de miras en lo relativo al enfoque de género. María Elena no debe ser víctima de politiquerías ni ocurrencias de un gobierno sorgatón.


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