La coronación de Bob Dylan
Eloy Garza González
Monterrey.- ¿Bob Dylan? Desde hace muchos años soy fan de Dylan. Junto con Leonard Cohen, es el mejor compositor vivo. Colecciono sus discos en vinilo o cedés. Tengo el vicio de comprar todas sus biografías: les aseguro que no me falta ninguna, ni en inglés ni en español. He ido a casi todos sus conciertos en México y algunos de EUA. En mi diario, que escribo desde 1994, sin faltar un solo día, registro 231 textos relacionados con Dylan.
¿Pero el Nobel de literatura para Dylan? ¿Por encima del admirado poeta Charles Simic? ¿Mejor que Adonis? ¿Superior a Philip Roth? Pues no. No me convence. Como canciones, la mayoría de las letras de Dylan son muy buenas, varias excelentes. Como poemas simples, algo así como la mitad, dejan mucho qué desear: se compusieron pensando en ajustarlas a compases, a patrones rítmicos.
Hace muchos años compré el cancionero completo de Bob Dylan. Algunas de sus letras no funcionan leídas. Su única obra escrita como ficción, "Tarántula", es muy mala. Sus memorias a medias, que esperaban fueran best seller, están pésimamente escritas, eso sí, con retazos luminosos.
¿Sopesaron estos señores tan originales que dan el Nobel esta salvedad de la obra de Dylan? ¿En un premio de literatura se considera también el acompañamiento musical, teclado, guitarra eléctrica, batería, sintetizador o simple guitarra acústica, sin el cual, una buena parte de los poemas de Dylan no tendrían sentido? ¿Tanto así estiramos la liga de los posibles laureados?
¿Por qué el próximo año no le damos entonces el Nobel a un autor de novela gráfica? ¿Por qué no a un guionista o showrunner de serie de televisión como Los Soprano o The Wire? ¿Por qué no a un cómico de stand up entre los cuales hay muy buenos? ¿Por qué no al narrador Woody Allen? ¿Qué tal Almodovar?
Díganme decadente, pasado de moda. Pero no me convence el giro que toma el Nobel de literatura. Soy un pobre convencional: me gusta que premien a un gran novelista, poeta, escritor, que publique directamente en formato de papel y en unos artilugios igual de anticuados que yo, llamados libros.
