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2320 17 Marzo 2017

 

 

Ventajas metafísicas de bailar mambo
Eloy Garza González 

 

Monterrey.- La mayor meta del resto de mis días, o al menos la más importante, es aprender a bailar mambo. Uno se pasa la primera mitad de su vida acumulando ego y la segunda mitad deshaciéndose de él. Hay que saber renunciar a las cosas del mundo, comenzando por el ego, que es el yo en exceso. San Francisco de Asís decía: “yo necesito muy pocas cosas, y las pocas cosas que necesito, las necesito muy poco”.

La mejor relación con el dinero no es de amor-odio, sino de indiferencia. La única vez que amé el dinero fue cuando mi tío Héctor me pidió que le escribiera un poema a la patria. Yo tendría unos once años. No es que mi tío fuera particularmente patriota, pero me ofreció unos pesos a cambio de componer esos versos. Fue todo un reto. Metí a Hidalgo, Benito Juárez, y otros dos o tres egregios próceres con sus respectivas rimas. Más que el dinero, amé lo que produje con él.

Luego la vida te va quitando cosas, poco a poco o de sopetón. Los años que pasan son un balance ineluctable de sumas y restas. Sobre todo de estas ultimas. Se elige una vocación y se cancelan las demás posibilidades, se cierran otras opciones de destino. Se dedica tiempo a algunas amistades y se desatienden otras. Menguan las fuerzas y la ley de gravedad hace de las suyas, con hombres o mujeres por igual. Es inevitable. Pasa hasta con el amor: no se puede amar a todas las personas que nos rodean al mismo tiempo. Hay que escoger. A eso en inglés se le conoce como trade-off. Decidir es descartar. Elegir es discriminar.

Por ejemplo, para escribir estas líneas u operar un modelo de negocio, dejo todo lo demás. Mi forma de respirar es escribir e imaginar. Lo malo es cuando se identifica éxito con dinero. Ahí se distorsionan los conceptos. Se atrofian los propósitos. Haz lo que te gusta y el dinero viene solo (a menos que tengas suerte de perro callejero y eso no tiene remedio).

Esto no quiere decir que uno sea indiferente a la miseria. Cada familia hundida en la pobreza significa que la historia de la humanidad ha sido un desastre. Si uno no contribuye a mejorar la vida del prójimo, al menos no estorbemos. Tampoco se trata de almacenar cargos de conciencia. Montar un negocio implica abrir fuentes de empleo. Escribir sobre estos temas también ayuda. Pero la actitud imprescindible es no juzgar. Hay actos que se toman en la pobreza que pueden ser reprochables para las buenas conciencias. Como robar para comer. Pero se equivocan. ¿Qué sabemos nosotros del trasfondo de estos hechos? El mundo de la pobreza es inimaginable. Para comprenderla hay que estar inmerso en ella. Sería absurdo criticar a una familia humilde porque acepta una despensa a cambio de dar su voto a un imbécil que aspira a un cargo público. La culpa es del imbécil.

No importa el tiempo que nos quede de vida, siempre será un lapso corto frente a la eternidad. Así que asumamos la austeridad y modestia en nuestros hábitos. Al cabo los seres humanos, en general, nos desenvolvemos muy bien a la intemperie y no hay que temerle. Lo único seguro es la inseguridad. Por eso he recortado mis metas personales. Mis ambiciones se reducen a aprender a bailar mambo: El Ruletero, por ejemplo, o cualquier otro con título de numerito. Lo demás, como suele decirse, me la Pérez Prado. 

 

 

 

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