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2341 17 Abril 2017

 

 

Tahúr
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Se graduó con mención honorífica en Economía en el Tec de Monterrey, pero lo que sabe de números lo aprendió jugando póker. Lo vi en Matamoros, hace 29 años, diez meses y seis días, sentado en la mesa de un casino clandestino y mezclando los 52 naipes y los 2 comodines de un mazo partido por la mitad. Tenía buena mano: menos que un profesional y más que un aficionado. Pero traía cartas marcadas.

Le gustaba aquella canción setentera, del Viejo Oeste: The Gambler (El Jugador). Cuenta un vaquero que viajando en tren, un viejo tahúr le dio un consejo a cambio de un trago de bourbon: “Si vas a jugar, muchacho, tienes que jugar bien. Todo jugador aprende que el secreto para sobrevivir es saber qué cartas tirar y qué cartas  guardar. Porque cada mano es ganadora y cada mano es perdedora”.

La mano del político jugador era ganadora. Así lo creía él. Fue dirigente del PRI estatal, y en 1993, se postuló para alcalde de Matamoros. Ganó sin mover un músculo de la cara. Eso sí, hablaba mucho sin decir nada: una variable del tahúr callado.

Se granjeó la confianza del entonces gobernador tamaulipeco, aficionado al chamanismo y las prácticas de curanderos, antes que a mandar. Lo metió a su gabinete: supo aguantarle la mirada y no mostrar su juego. Si el viejo chamán le pedía lluvia, el político jugador hacía llover. Y lo nombró por dedazo candidato al gobierno de Tamaulipas.

Jugó fuerte como gobernador, de 1999 a 2004, con extraños compañeros de mesa. Llegó a visitar el rancho del gobernador texano, pasando el Río Bravo: se decían compadres. Luego el sureño se volvió sheriff del mundo y le perdió la huella.

Al político jugador no le importó: para entonces utilizaba a terceros en el lavado de dinero y en ser sobornado. Era del tipo de hombres que guardan la soga de la horca en el granero y el crucifijo en el último cajón de la cómoda.

Pero decía estar tocado por la gracia de Dios. Tanto que al terminar su sexenio, echó el resto y anunció que quería ser Presidente de México. No logró la candidatura del PRI, pero juntó sus fichas: compró yates, condominios de lujo en Estados Unidos, centros comerciales, gasolineras y terrenos exclusivos en San Antonio, Texas. La suerte estaba con él y justicia no había ni cerca de Dios Padre.

Hasta que la Interpol le siguió los pasos. Lo acusaron de ser cómplice de bandas de maleantes. Dos ordenes de aprehensión: lavado de dinero y crimen organizado. Dicen que lo denunció un testigo protegido vinculado al narco. El gobierno federal guardó silencio pero lo cierto es que, en mitad de las campañas presidenciales, el principal jugador del PRI no podía arriesgarse, por culpa suya, a perder lo ganado. Habían apostado mucho dinero en pos de Los Pinos: el oro de Mackenna. Pero el político jugador seguía como efigie, con su cara de póker: “Ésta es apenas la mitad de mi trama”, alardeaba, “no mi desenlace”.

Lo citó en privado el Presidente nacional del PRI, junto con otros exgobernadores de Tamaulipas. Sentados en torno a una mesa ovalada, como en cantina de pueblo.

Cada acusado se defendió mal que bien frente al dirigente, que repartía cartas de absolución en calidad de dealer. Menos el político jugador que decía tener un as bajo la manga. Un duelo al sol. Fue soberbio: se levantó de la mesa alegando trampa y se retiró del juego. 

Lo que siguió está impreso en los periódicos: el PRI lo expulsó de sus filas. La PGR pidió 15 millones de pesos por su paradero. Y lo peor: el gobierno de Estados Unidos lo persiguió como forajido. Se ocultó el Italia. Otro nombre. Las mismas mañas. La larga mano divina lo alcanzaría tarde o temprano. Y él sin darse cuenta que su litigio penal no es parte de la trama: es su desenlace.

De los consejos que el viejo tahúr le dio al vaquero en la canción del Salvaje Oeste, el político jugador de Tamaulipas los siguió todos, al pie de la letra. Menos uno: “Nunca cuentes tu dinero cuando estás sentado en la mesa, ya habrá tiempo suficiente para contarlo cuando tu juego haya terminado”.

¿Quedó claro que la partida de póker terminó para Tomás Yarrington Ruvalcaba? También se le acabó la suerte. Vivirá una alargada sombra sin futuro.

 

 

 

15diario.com