El asesinato de un joven (Jonathan Puerto Ramírez) en una trifulca de pandillas, en el sur de Mérida, deja ver una herida, una vieja herida que, a falta de atención, se agravó, infectándose.
Más allá de la pérdida de una vida joven, más allá del drama familiar que viven los parientes de la víctima y los padres y los hermanos de los victimarios, más allá de la esfera familiar y de las emociones, se encuentran las carencias sociales, los años de abandono, la insensibilidad de los gobernantes, las fallas y las omisiones de sus gobiernos.
Ante la muerte violenta de un joven y ante la proliferación de las pandillas brilla por su ausencia la Secretaría de la Juventud. Un secretario joven, el primero de ese ramo, dedicado a la grilla en la mejor tradición dinosáurica, ajeno por completo de las necesidades y las urgencias de los jóvenes que no sean parte de la "ola roja".
Ante las ausencias de la Secretaría de la Juventud y la irresponsabilidad de su titular, no debe sorprendernos que la única respuesta institucional que se ha dado a las pandillas sea la represión. No debe sorprendernos por el comportamiento veleidoso, frívolo, autocomplaciente del gobierno de Yucatán, gobierno que encabeza una mujer joven.
Ante el profundo, extenso drama que viven miles de jóvenes del sur, del poniente y del oriente meridano (para no hablar de la miseria rural), resalta la carencia de POLÍTICAS PÚBLICAS PARA LA JUVENTUD. Un gobierno que se dice JOVEN y de jóvenes, que sólo recurre a los jóvenes como "carne de urna", porque nada, absolutamente nada ha hecho para resolver la falta de espacios educativos y la pésima calidad de la educación pública básica. Nada se ha hecho en materia de empleo juvenil, de capacitación para el trabajo, de certificación de destrezas. Los jóvenes de escasos recursos pueden acceder a las nuevas tecnologías sólo a través de la piratería o el robo de aparatos.
Fuera de ALBORADA, una institución privada que opera un grupo de sacerdotes lasallistas, no hay en el sur meridano otra institución dedicada al trabajo con "jóvenes problema", con los jóvenes que se han visto empujados a organizarse en pandillas para ser y para sobrevivir.
Les voy a dar una relación numérica, cifras que sintetizan la situación de abandono que se vive en la zona metropolitana de Mérida y que anuncian el problema futuro de miles de jóvenes sin educación y sin alternativa ocupacional: mientras el municipio de Tizimín cuenta con 187 planteles educativos y Valladolid con 139, Kanasín, que tiene la misma población que ambos, cuenta con solamente 42 planteles. En Valladolid hay SIETE escuelas preparatorias (y varias universidades), en Tizimín operan ONCE prepas, mientras que en Kanasín, que ya es la SEGUNDA CIUDAD de Yucatán, cuenta solamente con UNA ESCUELA PREPARATORIA (igual que Umán).
Hace dos días, escribí sobre el error de establecer y desarrollar la Ciudad de la Ciencia y la Tecnología al norte de Mérida, en la comisaría de Sierra Papacal. Decía en mi mensaje, que esos proyectos debieran ser tomados y diseñados como "detonantes del desarrollo", como partes de otro proyecto más amplio y de mayor aliento, que es el que busca transformar de raíz nuestra sociedad desmantelando sus desigualdades.
Piénsese que la Ciudad de la Ciencia y de la Tecnología, además de centros de investigación y docencia, debe completarse con jardines botánicos, con centros de divulgación científica, además de museos, planetario, etc. La Ciudad de la Ciencia y de la Tecnología debe acompañarse con un "polígono industrial", donde se auspicie la innovación tecnológica y la formación de micro, pequeñas y medianas empresas, con el soporte técnico y administrativo de los centros especializados y con el refuerzo financiero y comercial de programas gubernamentales. ¿Por qué no agregar una Escuela de Artes y Oficios?
¿Por qué no pensar y decidir que este tipo de proyectos se establezcan en el sur de Mérida? ¿Por qué no fomentar la semilla que hace años sembró Víctor Cervera al establecer en Santa Rosa la Universidad Tecnológica de Mérida?
Hace unos meses, México, el país entero se conmocionó por el asesinato de un adolescente (Alejandro Martí) que había sido secuestrado en la ciudad capital. La indignación social obligó a las autoridades a formular y presentar un programa de seguridad nacional. ¿No debería suceder algo parecido con la muerte de un joven-niño a manos de otros jóvenes, vecinos del barrio y compañeros de desventuras?
¿Por qué no hacer de la muerte, del asesinato de Jonathan Puerto, razón para cambiar y motivo para construir un futuro distinto para todos esos jóvenes meridanos, yucatecos? ¿Cuántos jóvenes más tendrán que morir en las colonias de Mérida para decidirnos a hacer algo por y con ellos?

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