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NUESTROS QUERERES A LA VISTA
Coral Aguirre

Harta en estos últimos días de leer cartas al lector e innumerables declaraciones dando por sancionado la perversión del sistema y de sus autoridades que en algunos casos, los menos, se deciden por las libertades de los individuos aunque más no sea en el plano sexual, me decido a dejarme de ocultamientos, lo cual significa lisa y llanamente, decir lo que todos sabemos, pero no siguiendo a Wittgenstein de manera torcida e hipócrita, como lo hace esta gente según sus buenas conciencias.

Aclaro que respondo en los mismos términos y con la misma chatura. Ya tendré tiempo de dar lugar a conceptualizaciones, axiomas, teorías correspondientes. Ahora, como en todo lo que he leído, la simple praxis cotidiana.

Veamos. La diversidad sexual y su legitimación ha llegado por fin a nuestros horizontes aunque se desgarren las vestiduras de los señores y señoras “honestas”, de modo tal que hasta ellos salen beneficiados, ¿o no es así señor funcionario, señor político, señor empresario, señor hombre público, señora de su casa? Porque, digásmolo pronto, no es el pueblo, la simple ciudadanía, no, no, son los señores cargados de prebendas, apellidos y fortunas, los que se lamentan, y si lo hace la simple gente, es más por imitación que por reales convicciones, siguiendo a los patrones de la historia y nuestra “supuesta civilización occidental”, que hay que defender de las violaciones y atropellos de “minorías perversas”, según les ha enseñado esa misma sociedad privilegiada.

Por eso le hablo a usted, Señor, a usted, Señora.

Fíjese un poco, yo lo he visto en reunión muy culta con la esposa a su costado sonriendo beatíficamente, y por debajo de la mesa sobándole la pierna al muchachito prometedor de dones “artísticos”. Con esta cuestión de las libertades podrá ser un señor decente, separarse de su esposa, salir con quien quiera y vivir en compañía de quien se le dé la real gana.

Yo la he visto a usted, señora, con la baraja en la mano de cita en cita azarosa, para olvidar el desamparo de su cama fría. Dese cuenta, al decirse las cosas tal cual, usted y su señor marido, podrá elegir amante a piacere, o nuevo esposo, o una buena compañera, ¿quién le dice?

El cuadro se ha repetido tanto, tantas veces ambos, los rostros crispados, disimulando el desamor, él, la orfandad, ella. Pónganse a pensar, encontrarse frente a frente mañana o pasado, liberados de las cargas morales impuestas, e intercambiando novedades eróticas, ¿no resultaría más honroso?

Y entonces le pregunto a usted, señor, si se ha decidido por el celibato:

No hubiera sido usted más feliz sin tener que poner a su amante al costado de su casa, con entrada propia y por dentro un tunelcito para encontrarse con él cuando se le antoja.

No sería más suave, y menos sobresalto, que no tuviera que rentarse una acompañante para dar evidencias de su condición de hétero, frente a los amigos, los colegas, la empresa, la oficina, su despacho, o la reunión tal o cual.

Y usted, señora, si se ha decidido por no quedarse para vestir santos:

No hubiera sido más benigno que no la hubieran engañado por ingenua, o por ciega a propósito, no importa, y pudiera saber en razón de qué, la distancia que sobrelleva con su esposo.

Y a ambos si se eligieron padres:

No habría sido mejor poder elegir los hijos con la pareja amada, no convenida.

No sería más oportuno, decir, decirse quién es uno, dejar de mentir, de engañar, abandonar los disfraces, sentirse entero consigo mismo.

No le vendría bien que su hijo le dijera sin tapujos sus inclinaciones sin pensar en suicidarse, por ejemplo. Piense bien, eso no le pasaría a una pareja libre, homosexual o no, pero que ha tomado las riendas de la ética en sus propias manos.

Por el contrario, ocurriría que la familia, al respetar a cada uno de sus miembros con sus gustos particulares, entrara mejor en el reino de los cielos, ese en que usted dice creer, el del amor, el de “amaos los unos a los otros” donde el pobrecito Jesús quizás enamorado de su discípulo Juan, nunca enjuició los hábitos de la cama sino los hábitos de los fariseos, “blanqueados por fuera”.

Nos vendría muy pero muy bien andar por el mundo como he visto a algunos muchachos hoy en día, diciéndose sus preferencias sin culpas.

Qué cristiano no fuera a agradecer que para Aarón, su homosexualidad y habérselo dicho a sus padres, no hubiera resultado en una tragedia.

Y que Rafael, con novia y todo frente a sus padres, no se suicidara colgándose en la escalera.

Cuántos males evitaríamos dejando los famosos valores a un lado, para que los viejos reprimidos presos de esos mismos valores, dejaran de “ligar” por la Web a niños que todavía no saben ciertas cuestiones y se dejan engañar de modo atroz, ¿no le parece? Acuérdese cómo usufructua este medio por razones inconfesables y cuyos alcances lo han llevado a sentirse a veces dios y a veces demonio. Conozco de lo que estoy hablando.

También la Iglesia sería lo que proclama, esto es más ecuménica, si sus sacerdotes tuvieran la oportunidad de practicar el amor a ojos vista, con quienes quisieren y cuando quisieren.

Cuál es el escándalo en un mundo en que las cuestiones del ejercicio sexual es, ha sido, y será por los siglos de los siglos, abundantísimo y ecléctico, donde hasta los animales, pura naturaleza ellos, muestran sus diversas inclinaciones, y ojo, a quienes también “hizo dios”. Qué más tranquilos y apacibles pudiéramos circular con nuestros quereres a la vista, con nuestra honestidad a pura práctica, leales con nosotros mismos y con nuestro prójimo, amorosos en el acto de dar lo que podemos dar, sin hipocresías ni alardes quejumbrosos que a nadie engañan.

A ver si me sale mejor en argentino, y como dice Borges, no hay que leerlo, hay que decirlo en voz alta:

Pero che, dejate de mentiras.

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