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24 de marzo de 2010
15diario.com  


 

Las tribulaciones de la escuela

Héctor Franco Sáenz

La atmósfera donde se desarrollan las actividades relacionadas con las instituciones educativas ha dado un giro lamentable. Para nada, el idílico  “Caminito de la escuela” de Cri-Cri corresponde a lo que hoy les toca ver a los niños cuando van a clases, porque ahora en dirección a su centro escolar, les tocará ver soldados que se trasladan en vehículos propios de una guerra, a elementos de la Armada y cuando no, podrán ser víctimas de alguna balacera, o quizá ser desalojados de su centro de estudios, por la posibilidad de que se presente algún enfrentamiento entre militares y grupos de la llamada delincuencia organizada.

 

Lo anterior, que pudiera parecer exagerado, entre febrero y marzo de este año se ha convertido en una realidad al menos en el noreste mexicano, en Nuevo León y Tamaulipas, particularmente en Monterrey, situación de la que no están exentas otras entidades, quizás la mayoría, según lo consignan a diario los medios informativos, tanto nacionales como extranjeros, como sucede hoy con las transmisiones de la CBS.

 

Mientras el sistema educativo formal, sus funcionarios, directivos y alumnos “practican” cómo resolver la prueba “Enlace” para mejorar los resultados en las evaluaciones internacionales de PISA o TIMSS, la vida real de las escuelas transcurre en otro ambiente, nada académico, donde los ejercicios mencionados son secundarios, pues en muchos casos la vida está de por medio.

 

Pobre escuela, podríamos decir, porque al ya de por sí atribulado ambiente donde desarrolla sus actividades, no la han dejado trabajar en paz desde hace meses, ya sea por el pánico creado por la influenza H1N1, que condujo a suspender las clases, así como también por la llegada de los frentes fríos y los efectos devastadores de las lluvias en algunas regiones; males todos que se agregan a los que ya de por sí le afectaban, como son los constantes robos en sus instalaciones y el “bullying” contra sus propios estudiantes.

 

A todos estos aspectos no deseados, pero que forman parte de la vida escolar en el último año, ahora hay que agregar las consecuencias del estado de terror que se ha creado en nuestro medio, en virtud de los enfrentamientos entre grupos armados que se presentan cerca de las escuelas o hasta en los mismos recintos escolares, hechos que aunque se diga que “no se suspenden las clases, generan un ambiente nada apropiado para el trabajo escolar por la psicosis que se genera y a la que contribuyen los medios de comunicación desde muy temprana hora y las redes sociales, no siempre con versiones objetivas.

 

De las “Chulas fronteras” a las que les cantaba Eulalio González “Piporro”, “de Laredo a Matamoros, sin olvidar a Reynosa”, lo que queda de hecho es una zona de guerra, con balaceras a diario y decenas de muertos, donde lo que menos preocupa es la escuela, porque lo prioritario es poner la vida a salvo, como sucedió en los municipios de Matamoros, Valle Hermoso, Río Bravo, Reynosa, Miguel Alemán y Nuevo Laredo en la última semana de febrero del presente año, cuando no acudieron a las aulas ni el 10% de los estudiantes. Mientras las autoridades educativas decían que “las clases no se suspenden” pero se justifican las inasistencias.

 

Esa ola de violencia se extiende a Nuevo León de inmediato, causando también el cierre de las escuelas en municipios como Cerralvo, General Treviño, Agualeguas, China, Dr. Coss, Ramones, los Herreras y otros más, llegando en algún momento las propias autoridades educativas a decir, víctimas también de la psicosis, que se estaba pensando en adelantar el periodo de vacaciones ante la ola de violencia que se estaba viviendo.

 

La violencia que trastoca la vida de las comunidades se extiende al área metropolitana de Monterrey, a principios de marzo, como sucedió el día 12 cuando fueron desalojadas por la Armada, tres escuelas del municipio de Escobedo, dado que iban a capturar a delincuentes por la zona donde están las escuelas, incrementando el temor y la psicosis, entre los propios niños y padres de familia.

 

El estado de terror continuó incrementándose durante la segunda semana de marzo cuando, de nuevo la Armada, detectó una “centro de entrenamiento” integrado por cerca de 80 elementos a los cuales se enfrentó, el 14 de marzo en el municipio de Bustamante; al siguiente día en Villaldama y Sabinas, pueblos pequeños que ven trastocada la calma para que los niños acudan a la escuela.

 

Acontecimientos que se creían propios de otros lugares del país se siguen presentando en Nuevo León durante la tercera semana de marzo, con un ingrediente adicional que exacerba el ambiente de terror, como resultado del bloqueo que se realizó en importantes cruces y arterias de la ciudad durante dos días seguidos, incrementando la inestabilidad.

 

Podríamos decir que esta escalada de violencia se recrudece, hasta cuando esto se escribe, en los mismos patios del Tecnológico de Monterrey, institución educativa de gran prestigio, durante las primeras horas del viernes 19 de marzo, cuando dos estudiantes cayeron abatidos, víctimas de un enfrentamiento entre delincuentes y militares.

 

Con este último ejemplo se puede apreciar, que la violencia, acción que trastoca las normas de entendimiento y la vida democrática, no es algo que solamente esté fuera de las instituciones escolares, ni cerca de ella, sino que la misma se presenta en su interior, un tipo de violencia que se agrega a las formas que ya de por sí se daba en las aulas.

 

Y lo grave es que hasta el momento no se conocen cuáles son las estrategias del sistema educativo para afrontar esta situación de riesgo.

 

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