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29 de marzo de 2010
15diario.com  


 

Impunidad en la Iglesia

Manuel Yarto

 

Reviso cotidianamente la prensa desde la comodidad que ofrece el Internet. Y desde hace varias semanas la lectura me deja con un mal sabor de boca ante la impunidad que impera en todos los rumbos. Quisiera empezar en el Vaticano y terminar en el Palacio de Gobierno.

 

La muestra más escandalosa de impunidad a nivel mundial se encuentra en la protección que otorgó la más alta jerarquía de la Iglesia Católica durante décadas, si no es que siglos, a sacerdotes pedófilos de todo el mundo. ¿Cuál, me pregunto, ha sido el castigo o la penitencia impuesta por la jerarquía católica a estos curas ahora que ha salido a la luz dicha protección? Parece que no hay castigos. Al contrario, la impunidad fue la norma seguida. Ocultar en otras parroquias a los pederastas y amenazar a las víctimas con la excomunión si denunciaban fue la política oficial seguida por el Vaticano.

 

 Pero no es el único caso de protección. El caso de mexicano Marcial Maciel resulta emblemático. Especialmente porque cuesta trabajo aceptar que el fundador de los Legionarios de Cristo, una de las órdenes más prestigiadas y poderosas en el mundo de las congregaciones católicas, pudiera violar a niños durante décadas sin que ninguno de sus colaboradores más cercanos se enterara de nada. Cualquier persona con un poco de juicio, sospecharía que hubo complicidad y protección desde el más alto nivel en la jerarquía de la orden. Y viene la pregunta: ¿el Vaticano castigará a esos colaboradores o se hará de la vista gorda como lo hizo con el propio Maciel, que en sentido estricto no recibió ningún castigo de manos del Papa Juan Pablo II, especialmente porque muchas pistas apuntan a sospechar que estaba enterado de su conducta? Por cierto, notas de prensa anticipan que en octubre de este año Juan Pablo II será beatificado. Ante la sospecha de que protegió a Maciel, sería prudente que la Iglesia postergara la beatificación hasta que se disipara toda duda.

 

Pero esta moda de impunidad se extiende a todos los ámbitos del poder. A la vuelta de la esquina está el papel que juegan autoridades estatales y municipales a la hora de combatir el clima de inseguridad que impera. El gobernador del estado y el alcalde de Monterrey, acotados por la realidad, se ven obligados a reconoce que elementos de la policía trabajan para el crimen organizado, y en vez de imponerles un castigo ejemplar, simplemente los dan de baja de la corporación en la que laboran y los deja en la calle libres para seguir cometiendo crímenes.

 

Juan Pablo II actuó de igual manera con Maciel; al que protegió ante las múltiples denuncias de violaciones a niños, pensando que así protegía a Los Legionarios de Cristo, congregación que hoy vive en el repudio, la vergüenza y el descrédito gracias a esa medida. Tras morir Juan Pablo II, su sucesor no aceptó públicamente la culpabilidad del pederasta, pero en lo obscurito ordenó a Maciel dejar de oficiar misa, pero siguió recibiendo la comunión. Así es la moral al interior de la Iglesia Católica, es mayor delito divorciarse que violar niños. El castigo, ordenado por Ratzinger, fue muy similar a lo que se hizo en el caso de los policías de Nuevo León: darlos de baja para que sigan delinquiendo. En fin, impunidad en la Iglesia, impunidad en el Estado. Pobre mundo.

 

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