uindang
542
20 de mayo de 2010
15d
Google
 


 

FICCIONES

La mujer tardía

Vidal Medina

Es que son trece años mujer, trece años de esperarte. Cómo quieres que reaccione. Me he sentido, cómo explicarlo, pues sólo, aunque me hayas mandado tantas cartas y ahora me digas que lo sientes, que siempre me has amado, no es posible así de un día para el otro acostumbrarse a ser querido. Así como no fue posible para mí ver cómo te alejabas, como poco a poco me fuiste dejando hasta que sólo fue posible saber de ti por medio de las cartas. Un hombre tras otro, no me jodas. Ya no somos jóvenes, no habrá mucho que podamos disfrutar tú y yo juntos… ¿qué quieres?, ¿a qué has venido? Yo estaba muy a gusto tomándome el café de las cinco de la tarde, porque has de saber que desde hace siete años todos los días bebo café a las cinco de la tarde, a veces té, pero prefiero el café porque me mantiene despierto y en eso estaba yo, poniéndole al café una cucharada de azúcar, cuando te apareces de repente, me diste un susto enorme.

 

Es que no es posible, mujer, así de un día para el otro borrar todo el olvido en el que me has tenido. Cierto que me has dicho que todos los días me recordabas o casi todos, que suspiraste por mi durante tu ausencia, que ninguno de tus hombres te hizo nunca sentir como yo, pero a mi edad, mujer, venirme con esos cuentos, yo ya no estoy para promesas de ninguna especie, ni para llantos. Lo que no me cabe en la cabeza es cómo, después de trece años te has atrevido a dar la cara. No, si no es que yo te diga que me debes algo, ni siquiera hijos tuvimos, (ya no los tendremos). Pero no me pongas esa cara que lo haces parecer terrible, y no, no es algo tan terrible. Después del primer año te lo paso, podía ser muy terrible, porque tenía esa sensación de angustia, que se fue transformando en algo tan común… no imaginas cómo se puede uno acostumbrar a todo, incluso a tus cartas, a tus palabras de aliento, a tus promesas de volver. Tus palabras fueron alfileres que clavé en mi pecho con orgullo, pero hasta el orgullo cansa y uno se hace fuerte, se curte, dicen por acá y lo que me hizo suspirar terminó por enfermarme. Depresión dijeron los doctores.  Nunca fue fácil leer tus cartas, me fueron matando el alma. Debiste haber dejado de mandarlas. Debiste haberme dado por muerto. Un hombre no puede vivir con celos tantos años, hasta los celos cansan y luego uno va entendiendo que son puras fantasías…

 

Te has sentido sola pero has vivido acompañada, lo que pasa es que tienes miedo, ahora que tu marido se murió te ha dado miedo… yo no te puedo abrazar, ni besar… Creo que me sequé por dentro… Ya no necesito una mujer a mi lado, no podría atenderte, y no necesito que me atiendan. Ya no. Te demoraste mucho.

 

Dormir juntos a esta edad es no tener vergüenza, y yo he cultivado la vergüenza. Mira mi cuerpo, ¿no te parece medio muerto? Es bueno saber que me has amado, pero si a eso has venido te hubieras evitado la molestia, ya lo decías en las cartas. Me hubiera gustado más experimentar tu amor mientras hubo aquí vitalidad.  Tú tampoco estás para estos trotes, deberías ir a casa a descansar y espantar a tus fantasmas, ¿cómo que cuáles? Pues yo, yo soy un fantasma y cuando des media vuelta de regreso a tu vida me habré esfumado. No llores. Cómo puedes llorar después de tantos años. ¿Cómo le haces para actuar tan bien como mujer cuando ya la feminidad se te ha escapado entre las piernas? Si, está bien, es ardor. No te tuve para mí cuando podía, está bien, tú ganas, tienes razón, es ardor, pero cómo explicarte, ya no se trata de quién gana o de quien pierde, es que no vamos a recuperar nada y no quiero que te mueras a mi lado.

 

Esta es mi casa… y no quiero que digan “Murió la niña de abandono”, ¿has oído alguna vez esa frase?, se refiere a las flores que no son regadas, se marchitan… se nos va el gusto por la vida, o que se yo. Hubieras llegado antes.  ¿De qué podríamos hablar? ¿De todo aquello que no hicimos juntos: planes y viajes, aventuras, besos y sorpresas que nos deparaba el mundo? No es justo. Ya no vamos a recobrar nada. Es puro tiempo perdido y no hay vuelta de hoja. No, no te estoy echando. Tú no nunca has vivido aquí. Te lo pedí muchas veces pero te negaste. Esta no es tu casa, ni yo soy quien recuerdas. Eres mi última pena y yo tu último fantasma. Hay que decir adiós, mujer, hay que saber decirlo hoy. Ya sé que a eso has venido y no a quedarte, has venido a despedirte porque te has enterado que morí  a las cinco de la tarde, mientras bebía el café. Confundí el veneno para ratas con azúcar, pero carajo, siempre me impresionas, ¿cómo te enteraste?, y sobre todo, ¿cómo te atreviste a visitarme después de tantos años? ¿A eso le llamas amor? No, mujer, eso es no tener vergüenza.

Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos:

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

mimiind

 

q78

 

sonora