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15 de julio de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

El colmo de la intolerancia

Francisco Gómez Maza

 

En que afecta que una muchacha se grave tatuajes en la piel

“Vive y deja vivir”, un axioma en el que pocos han reparado

 

mazaimgEl Diccionario de Uso del Español, de la inmemorial María Moliner, define la intolerancia como la cualidad de intolerante (Falto de tolerancia (del latín tollere y la partícula in: sobrellevar, aceptar a los otros tal como son y como se comportan). Significa asimismo la circunstancia que se da en alguien o algo de no poder tolerar o resistir cierta cosa. El intolerante es intransigente; se exalta; es exigente, intemperante, incompatible, insociable. No soporta que los demás expresen y actúen en desacuerdo con la “moral” religiosa, política o social. La intolerancia es connatural al ser humano que vive la vida en estado inconsciente; que no responde (no se responsabiliza), sino sólo reacciona, de acuerdo con su modo de ver la vida, con sus usos y costumbres. Y en los últimos tiempos ha habido actos de intolerancia obvios como el rechazo a la libertad de la mujer para decidir si procrea o aborta; o como el rechazo de las buenas conciencias a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo; o la oposición férrea a la despenalización del consumo de drogas ilegales, entre otros.

 

Hay restricciones de la libertad individual fijados por el la fantasía del Estado, que no pasa de ser una palabra hueca para dominar, expropiar, expoliar, sojuzgar a la comunidad, a la sociedad, en su código penal respectivo; restricciones de la libertad individual excesivas y que son verdaderas violaciones de los derechos humanos institucionalizadas, legalizadas en leyes inicuas, cuando el principio de los derechos individuales es la única base moral de todos los grupos o asociaciones. Los derechos individuales no están sujetos a un voto público; una mayoría no tiene derecho a cancelar por voto los derechos de una minoría; la función política de los derechos es precisamente proteger minorías de la opresión de las mayorías.

 

Y toda esta perorata viene porque la directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense (IMUG), Luz María Ramírez Villalpando, ha decretado, como fiel guardián de la fantasiosa moral que se trata de imponer hoy en día, que el uso de tatuajes en las mujeres es un ejemplo de la pérdida de valores en la sociedad.  La funcionaria rechaza asimismo las perforaciones y utilización de piercing en los genitales. Pero qué entiende la señora Ramírez por los “valores” de la sociedad. Albert Einstein definió la teoría de la relatividad, según la cual la duración del tiempo no es la misma para dos observadores que se mueven con respecto del otro. Lo que es virtud entre los habitantes de Sud África puede ser una debilidad para los aborígenes de Nueva York. Los hindúes adoran a las vacas; las consideran reflejo de la divinidad. Los occidentales las matamos para alimentarnos de su carne. Los mayenses de Chiapas consideran sagrado al borrego; sólo utilizan su lana, pero no los matan. En Chiapas nos alimentamos de hormigas gigantes, o de carne de iguanas. En otras sociedades esas costumbres son una barbaridad. Así que primero la directora del IMUG tiene que definir lo que para ella son “valores” perdidos por la costumbre de muchos jóvenes de grabarse tatuajes en la piel, de hacerse perforaciones en ciertas partes del cuerpo, como la nariz, el ombligo, la lengua y la utilización de piercing (igual: perforaciones) en los genitales.

 

Y son comprensibles los juicios y actitudes de la señora pues proviene de un gremio que, sincera o farisaicamente, intolera la libertad del individuo que no piensa ni actúa como ella, o como los miembros de su grupo, cuyas manifestaciones traducidas en la práctica del aborto, en las preferencias sexuales, o en los tatuajes, por ejemplo: el Partido de Acción Nacional (PAN), cuya teología moral está fundamentada en el miedo: deseo de ser premiado, o temor de ser castigado por una concepción maniquea de cielo e infierno. O cuando alguien sentencia: dios te va a castigar. Te irás al infierno si te portas mal. Y qué es portarse mal. O lo mismo, cuando alguien asegura: dios no existe. A que no juntamos un millón que no cree en dios. Manifestaciones dicotómicas de la intolerancia que todos llevamos dentro.

 

Porque, en honor a la verdad, tirios y troyanos somos intolerantes. Muchos blancos no toleran a los de raza negra. Muchos negros no toleran a los blancos. Muchos ladinos intoleran a los grupos originarios (incorrectamente llamados indígenas), por prietos, como les llamaba un inmemorial amigo y hermano. La señora Luz María tiene todo el derecho de expresar su teología moral. Pero no tiene ningún derecho de imponerla a los demás. Hace poco publiqué un cartel en una red social que dice: “No creo el dios. Pero si tú necesitas uno para vivir no lo uses en contra de los demás”.

 

Yo no me puedo constituir en juez, jurado y verdugo de mis alteridades tan sólo porque no piensan y actual de acuerdo con la moral que yo concibo. Pregúntole a la funcionaria guanajuatente qué entiende por caos, por pautas de valoración, por normas de conducta, cuando todo es relativo. Lo que para ella es virtud, para sus alteridades puede ser debilidad. Lo que para ella es debilidad para los demás puede ser virtud. Y pregúntole también qué son los valores de la familia. O de qué tipo de familia está hablando. El concepto de familia es diametralmente opuesto entre Occidente y Oriente; entre el Sur y el Norte. Los islandeses tienen un concepto de familia muy peculiar que escandalizaría a la señora Ramírez Villalpando.

 

Pero en fin. De todo hay en la Viña del señor. Como cuando ella afirma, al mostrar una fotografía de una joven tatuada. Fije bien la vista, amable lector: "Esta joven, bueno, podrá afirmar que es muy original y que es muy su gusto andar así, pero yo me pregunto ¿si no hay un valor que se llama salud y si algunas de estas cosas no le estarán perjudicando en este sentido? Y qué le va a ella, a la funcionaria, que las muchachas se graben tatuajes en la piel. Claro que le cuesta trabajo entender a la señora. Ella mismo lo dice: ¡Me cuesta trabajo entender! Hay un axioma que es una gran verdad: “Vive y deja vivir” Y éste es una verdad que no necesita demostración.

 

Debe reflexionar la funcionaria que con su actitud y su crítica está entrometiéndose donde no la llaman, tanto que la directora del Centro de Derechos Humanos Victoria Diez, Ángeles López García, la ha acusado de promover actitudes discriminatorias y atentar contra la libertad de las mujeres, porque no le agrada cómo piensan, cómo visten, el color de pelo que usan, los tatuajes que llevan o los objetos que portan y demandó que sea destituida.

 

La señora defensora de los derechos humanos refleja también una actitud intolerante cuando advierte que el comportamiento de Ramírez Villalpando tendría que generar una gran indignación, repudio social y la remoción de una funcionaria, porque no es la primera vez que se expresa sobre la política pública discriminatoria que se implementa en Guanajuato. Pero quienes son los responsables de todo son quienes eligieron a sus servidores públicos, que se constituyeron en gobernantes a quienes hay que obedecer so pena de castigo. 

 

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