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6 de agosto de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

Las adicciones no se curan con balas

Francisco Gómez Maza

 

La drogadicción es una enfermedad incurable

La despenalización, golpe mortal al narcotráfico

 

mazaimgMe temo que el presidente Felipe Calderón Hinojosa es un convencido, en su fuero interno, de que las adicciones no se detienen con balas. Lo que ocurre es que no quiere dar su brazo a torcer ante quienes le hemos reiterado en múltiples ocasiones que la guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico es una guerra perdida.

 

Hemos dado múltiples razones por las que estamos seguros de que las drogas nunca dejarán de llegar a los adictos sólo porque sean encarcelados o asesinados los más connotados capos de los cárteles de la droga. Que los muertos son lo de menos. Puede ser. Yo no lo creo. Y no lo creo porque mientras haya demanda de drogas habrá oferta y la guerra lo que hace, aparte de propiciar y atizar el fuego de la violencia, de la sangre y de la muerte, es alimentar el precio del producto, porque a los trasegadores de drogas les resulta más difícil su “trabajo” y, por tanto, las encarecen.

 

Pero estoy seguro de que el presidente de la república quisiera encontrar una salida pacífica. Le conozco de hace muchos años. Y es un hombre inteligente. Me anima que en estos días haya dado un paso importante convocar al debate en torno a la legalización del consumo de estupefacientes. Yo soy uno más de quienes creen, de quienes están convencidos de que despenalizando el consumo, se le dará un golpe mortal al narcotráfico, porque el consumo repuntará por un lapso determinado, pero los precios de las drogas se abatirán de tal manera que su comercio dejará de ser atractivo para los sembradores, para los cosechadores, para los beneficiadores, para los comerciantes y habrá condiciones para que las organizaciones dedicadas a ayudar a los adictos que quieren recuperarse, y a las llamadas instituciones de salud a poner en marcha programas de salud para la desintoxicación y rehabilitación de muchos consumidores.

 

Lo más importante es que la nación está en un parteaguas para pasar de la violencia criminal y un estado en el que las relaciones sociales sean pacíficas. Las balas - escúchalo bien, querido Felipe – jamás lograrán los objetivos. Podrás llenar las cárceles de capos; podrás llenar los camposantos de cadáveres de gente involucrada en ese sucio negocio, pero jamás lo acabarás y llegará el momento en que esto será un verdadero infierno.

 

Las adicciones no provienen de una falla moral o de una personalidad defectuosa, y que esto es así porque el adicto es fundamentalmente "inmoral" o "malo" y merece castigo. Los estudios más recientes demuestran que el cerebro de las personas adictas es un cerebro que ha cambiado neuroquímicamente. Ese cambio neuroquímico se manifiesta en una alteración de los procesos cognitivos y de la conducta, especialmente de aquellos patrones de conducta asociados con la búsqueda y consumo de drogas.

 

Las personas que se han enfermado con adicción, tienen una química cerebral secuestrada que cada vez hace más difícil que el enfermo controle su consumo de drogas. Este descontrol bioquímico se acompaña de una creciente defensividad psicológica, que en cierta forma va despegando al adicto de la realidad que está viviendo, de manera selectiva. Este autoengaño produce una falta de conciencia de las posibles consecuencias que volver a consumir traerá, minimizando así los costos personales y sociales. Estos cambios se hacen de manera progresiva y selectiva, de modo que existen varias fases del proceso adictivo y en casi todas las personas puede conservar su inteligencia y la habilidad para funcionar, excepto en asuntos relacionados con su consumo.

 

De este modo, la compulsión o descontrol del consumo, se presenta cuando el adicto comienza a ingerir la sustancia y produce una pérdida de control del consumo, lo que se traduce en la ingestión de grandes cantidades de sustancias, inversión de mucho tiempo y energía en el consumo y todas las consecuencias que esto genera en las relaciones personales y las responsabilidades de la persona.

 

Estos cambios bioquímicos son producidos por la estimulación del cerebro predispuesto genéticamente del adicto, que genera una reacción exagerada al consumo y que distorsiona el sistema neural de la recompensa y los instintos, por ende la conducta. La situación es similar a la del paciente que sufre de diabetes mellitus, la cual se produce por un desorden en el mecanismo de acción de la insulina y de la regulación de la glucosa en el cuerpo. Es interesante que enfermedades tales como los desordenes cardíacos son manejadas con estrategias integrales y un grado de comprensión que incluye la prevención, intervención y tratamiento, de manera que a nadie se le ocurriría si quiera pensar que un paciente con un infarto merece ser castigado por haber tenido tan poco cuidado con su dieta, y menos sugerir de que no merece tratamiento.

 

Condiciones tan estigmatizadas inicialmente, como el HIV y el SIDA, han sido rápidamente entendidas y aceptadas como enfermedades tratables, y el estigma ha quedado relegado a los obtusos que se empeñan en no entender la realidad en la que viven. La adicción es una enfermedad, como el alcoholismo, incurable, progresiva y mortal por necesidad, que es tan antigua como el hombre mismo y la cantidad de personas afectadas directa o indirectamente por esta enfermedad es mayúsculo. Los estudios realizados confirman una predisposición genética, cambios neuroquímicos precisos, un curso y sintomatología predecibles y buena respuesta al tratamiento.

 

De los grandes pasos que se han dado en este sentido se incluyen la elaboración de los criterios diagnósticos para dependencia química del DSM-IV e ICD-10, y el establecimiento de la Medicina de la Adicción como una nueva especialidad médica en 1987 por la Asociación Americana de Medicina de la Adicción y la Asociación Americana de Medicina. Aun así, los sistemas de salud pública continúan en negación, resistiéndose a ver la evidencia científica actual, negándose a incluir en sus presupuestos los tratamientos para los enfermos de adicción y sus familias.

 

En el tratamiento de la adicción, el concepto de enfermedad proviene de la evidencia clínica a lo largo de décadas, de la investigación científica y de la correcta práctica médica. En el sentido tradicional, una definición puramente bioquímica, una adicción, farmacodependencia o drogadicción, es un estado sicofísico causado por la interacción de un organismo vivo con un fármaco, caracterizado por la modificación del comportamiento y otras reacciones, generalmente a causa de un impulso irreprimible por consumir una droga o sustancia.

 

Por ello, resulta una espléndida oportunidad el tomarle la palabra al presidente Calderón Hinojosa para debatir el asunto de la despenalización de las drogas. Y me uno a la pregunta de Jorge Chabat: ¿Qué es más costoso: mantener la prohibición, con los niveles actuales de violencia, o legalizar, con un probable incremento en el consumo en el corto plazo?, y todo parecería indicar que lo menos malo es legalizar”.

 

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