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25 de agosto de 2010
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Ivaginaria, de Elia Martínez-Rodarte
Eligio Coronado

 
¿El cuerpo como materia literaria o como objeto de deseo? Para Elia Martínez-Rodarte  (Saltillo, Coah., 1969) las dos opciones son buenas. Por eso, en Ivaginaria* recorre libremente y con absoluta naturalidad toda la geografía erótica para deleite de los lectores principiantes, intermedios, avanzados y graduados.

Su estilo es didáctico, informativo y ameno, pero sobre todo claro, sin ocultamientos ni eufemismos, con sobrada soltura en el manejo de los términos, sin preocuparse por los residuos de la vieja moralidad, y con cierta propensión al humor que salta por aquí y por allá (“No meter la lengua demasiado: vas a besar, no a hacer limpieza dental”, p. 22), haciendo de la lectura de estos veintinueve textos ágiles una experiencia en extremo excitante.

En su amplio catálogo de temas destacan los besos (negros, franceses, kamasútricos, normales y de lengua: “Los besos en sí son un instrumento sexual muy poderoso. Hay unos que provocan orgasmos y levitaciones involuntarias”, p. 19), el sexo (oral, anal, tradicional), el pene, los testículos, el clítoris, el punto “G” (“Es un interruptor que la naturaleza nos dio nada más por chulas, porque técnica y fisiológicamente no sirve más que para anunciar su existencia cuando se eriza por el contacto”, p. 36), la virginidad, los problemas con los preservativos (cómo quitarlos, hacerles nudo y tirarlos o todo lo contrario), los aditivos alimenticios para saborizar el semen (¡!), las nalgadas durante el coito, los orgasmos fingidos (“El fingimiento del orgasmo, pese a que es un acto vergonzoso, es un mal necesario para ayudar a posicionar el ego de nuestros hombres hacia el infinito y más allá”, p. 104), las recomendaciones para hacer el amor a plenitud, las razones para adquirir un vibrador (una de ellas es “cuando es insuficiente, insípido, incoloro e incómodo el vibrador con que la naturaleza dotó a tu pareja”, p. 71) y otros aspectos más de tipo sociológico como: la gente con la que no hay que acostarse, los tipos mantenidos, las mujeres urgidas de tener una relación con un hombre (el que sea, pero ya), los problemas de andar con un hombre casado, la ruptura del amor, los inconvenientes de ligar bajo los designios del alcohol (aunque sea sólo para un ratito), la fodonguez femenina (“Todas debemos hacerlo –acicalarnos- para reivindicar a nuestro sexo como un equipo de viejas estratégicamente correctas que salimos a las calles para deslumbrar no sólo con el poder de nuestras vaginas, sino con el encanto de nuestro arreglo”, p. 74), las ninfómanas, la dulzura de los hombres (metáfora malvada ésta para referirse a nuestra estupidez. Ay, Elia, cómo eres), sin faltar algunas curiosidades como: los hombres que cocinan, la poderosa eyaculación que alcanzó a salpicar varias filas de un cine en España (“Hubo que enviar ropa a la tintorería y mandar a la señora salpicada al salón de belleza al día siguiente a que le hicieran un lavado de pelo “con shampoo de huevo” (o sea… ¿otra vez?)”, p. 40) o los gansos al horno que preparan en Japón, rellenados con semen del propio comensal (¡!), y los usuales temas femeninos de la regla y el embarazo.

Abundan, por supuesto y felizmente, las minuciosas descripciones, las instrucciones, los consejos, los ejemplos de primera mano, pero sobre todo la intención de enseñar, sin prejuicios, al que no sabe y no se atreve a preguntar.

Ignoro cuántas cejas se levantarán con desaprobación en nuestra sociedad mojigata y retrógrada con este libro, pero yo creo que la amenaza del infierno metafísico ya no asusta a nadie, además de que este material circula entre nosotros desde el 2003 en algunos periódicos y blogs, y Elia no ha sido, hasta hora, excomulgada.

Elia Martínez-Rodarte. Ivaginaria. Monterrey, N.L.: Edit. Buró Blanco, 2010. 107 pp. (Colec. Posdata.)

 

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