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3 septiembre 2010
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El celular y la literatura
Ismael Vidales Delgado

Este comentario no es original, no es mío, circula con el nombre de “El móvil de Hansel y Gretel” y su autor es el escritor argentino Hernán Casciari. Lo que sigue es una deformación del excelente trabajo de Casciari, pero vale la pena para pasar un rato de buen humor y de reflexión, si eso fuera posible.

Imaginemos que le estamos contando a un niño o una niña el cuento de los famosos hermanos Grimm, “Hansel y Gretel” y llegamos al momento en que estos niños descubren que unos pájaros se han comido las bolitas de pan que ellos habían dejado como una buena forma de señalar el camino de regreso a casa. Enfatizamos el drama porque Hansel y Gretel se dan cuenta que están solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Cuando más emoción le ponemos a este punto, porque Hansel y Gretel no tienen manera de volver a casa, están perdidos. Nuestro(a) pequeño(a) interlocutor nos ataja diciendo: “Para que se preocupan. Que  llamen a su  papá por el celular.”

Esta frase sencillamente arruina el cuento y se llevó de encuentro a los hermanos Grimm.

Esta anécdota nos invita a pensar lo espantosa que resultaría la literatura clásica si el celular hubiera existido siempre, como lo creen los niños de hoy.

Cuántas novelas y cuentos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo, qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

¿Qué habría pasado, por ejemplo con Penélope? (La Odisea). Simplemente no hubiera esperado con incertidumbre a Ulises. Con su celular a la mano, le habría marcado y Ulises no hubiera atendido el canto de las sirenas ni hubiera procreado con la ninfa, porque Penélope podía haber observado las infidelidades de su esposo a través de la cámara integrada a su poderoso celular.

Si Caperucita Roja hubiera llevado un celular habría llamado a la abuela y el leñador se hubiera quedado sin papel en este cuento.

Peor se los cuento, si el Coronel hubiera tenido un celular, si habría tenido quién le escribiera mensajes de texto y García Márquez no se hubiera embolsado los billetes que se ha embolsado por tan magnífico relato.

Tom Sawyer no se hubiera perdido en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas que hoy tienen integrado los teléfonos celulares.

En el cuento de Los tres cochinitos suponemos que Práctico le habría avisado a sus hermanos que el lobo andaba por allí y el cuento habría tenido un final bufo, aunque de todas maneras lo tiene.

Si el celular hubiera existido desde siempre, Gepetto habría recibido una llamada de la escuela, avisando que Pinocho no había llegado aquella mañana y el cuento habría tomado otra dirección.

Pongo estos ejemplos solamente para señalar que la mayoría de los grandes dramas de la literatura clásica han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. De hecho, los cuentos, novelas y dramas tuvieron el éxito que les conocemos, gracias a que no existía el teléfono celular.

Seakespeare no habría escrito Romeo y Julieta, basándose en la incomunicación fortuita que genera todo el drama: Julieta finge un suicidio, Romeo la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida. Si Julieta hubiese tenido un celular, le habría enviado a Romeo un mensaje de texto más o menos como este:

M HGO LA MUERTA,
PERO NO STOY MUERTA.
NO T PRCUPES NI
HGAS IDIOTCES.
BSO.

Todo el problema se hubiera evaporado, gracias a la banda ancha del celular.

Si el celular hubiera sido considerado por García Márquez en su Cien años de soledad, la soledad no hubiera existido en Aracataca (Macondo) y entonces la novela quizá se habría titulado Cien años sin conexión y narraría la tristeza de un pueblo al que no le funciona su messenger.

Tal vez James M. Cain no habría escrito en 1934 El cartero llama dos veces sino El gmail me duplica los correos entrantes y trataría de un marido cornudo que descubre que su esposa lo engaña con un fuereño de mal vivir, gracias a que logra leer el historial de los chat de su mujer.

Samuel Beckett tal vez habría titulado Esperando a Godot con algo más apropiado como Godot trae el teléfono apagado o está fuera del área, o tal vez, Godot se ha quedado sin saldo.

Si el celular hubiera exitido en la época de Oscar Wilde, tal vez no habría escrito el Retraro de Dorian Grey sino El jotapegé de Dorian Grey, y contaría la historia de un joven que se mantiene siempre joven y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop.

Tal vez, la bruja del clásico Blancanieves y los siete enanos no consultaría todas las noches al espejo sobre ¿quién es la mujer más bella del mundo?, por el precio tan alto que cobran el minuto las empresas telefónicas.

ividales@att.net.mx

 

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