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6 octubre 2010
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FRONTERA CRÓNICA

Exilio en tierra propia

JRM Ávila

En su artículo Granadazo en Guadalupe, Guillermo Berrones habla acerca de un brote de violencia que presenció (de esos que el Procurador General de Justicia del Estado de Nuevo León asegura que son hechos falsos) y le recrimina al Gobernador: “Me acordé de tu broma de campaña: ‘Daré mi vida por Nuevo León’. Me acordé de tu pasión por mantener una imagen pública impecable. Me acordé de tus caras fotografías, de tus desafortunadas declaraciones; de la inseguridad que impera desde el inicio de tu gobierno.

Me acordé tanto de ti, créeme, pero con la impresión del granadazo, se me borró el casete. Sinceramente, señor Gobernador, esta noche tuve miedo. Por mí, por mi familia, por la tuya, por la de todos los ciudadanos. Sólo espero no ser Yo quien dé la vida por Nuevo León”.Berrones experimentó este sábado 2 de octubre lo que muchos escritores no quisieran y que Edmond Hamilton hizo decir a uno de sus personajes en el cuento Exilio: “Una vez escribí sobre un mundo imaginario y luego me vi obligado a vivir en él”.

Desafortunadamente, en el caso de Berrones y de quienes andamos por estos rumbos, escribimos sobre hechos no falsos (le pese a quien le pese, no lo que escribimos, sino la veracidad de tales hechos) y nos vemos obligados a vivir inmersos en ellos.Porque como asevera Manuel Pérez Ramos, en su texto El Exilio Regiomontano, “no nos queda otra alternativa que luchar contra el exilio que vivimos en nuestra propia casa, en nuestra propia ciudad”. Y es que vivimos un arraigo obligado en esta tierra en la que nacimos y que ahora nos resulta extraña, añorando unas condiciones de vida que ya no existen, como si nos hubieran cambiado el lugar en que vivíamos por otro peor. En este sentido, no cabe duda: vivimos el exilio en tierra propia.

Porque ésta es ya una tierra extraña. Arrasada por aguas descomunales, asediada por bloqueos estratégicos, amenazada por impredecibles brotes de violencia, con el susidio ante el ulular de sirenas a todas horas, infestada de policías y soldados que parecen andar de paseo. Claro, a las autoridades les encantaría que viviéramos más preocupados por el descenso de los Tigres a la Primera A, por las frivolidades del mundo del espectáculo, o por la violencia en Conchinchina. ¿Qué se le va a hacer si nosotros votamos por ellas?
Comparto la indignación de Berrones, me pongo en su lugar cuando describe el terror de los ciudadanos, de su hija adolescente y de él mismo ante estos hechos no imaginados como los del personaje de Hamilton, ni falsos como los que refiere el Señor Procurador.

No sé si estarán de acuerdo conmigo en que no podemos vivir asustados ni arrinconados en nuestras casas. Sobre todo cuando no tenemos medios para marcharnos a un exilio verdadero. Tampoco creo que vivamos en este territorio por resignación, ni que tengamos que quedarnos en él sólo porque “aquí nos tocó vivir”.

Pero, en caso de tomar la decisión de huir del arraigo, ¿a dónde iríamos que más valiéramos? ¿A la Europa del neo-racismo, a los estados de la Unión Americana que sostienen una cruzada anti-inmigrantes, a los países que enarbolan algún tipo de fundamentalismo religioso?

Como pueden ver, parece que hay bufet. Elijan ustedes.

http://fronteracronica.blogspot.com/
jrmavila@yahoo.com.mx

 

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