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3 Noviembre 2010
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De canonizados y otros beatos
Lucrecio Petra del Real

I - Escribo cerca de la Basílica de la Virgen de Zapopan. Estoy en un restaurante de lo más acogedor. Es pequeño pero no tan pequeño que me incomode quedarme un buen rato escribiendo, café humeante, luego de almorzar. Es un sitio con la frescura del otoño, es limpio, con un ambiente transparente y agradable. Ventanas y puertas abiertas que dan a la mañana en una callecita cercana, como digo, a la Basílica, angosta, sombreada, muy regada por los vecinos. El sitio ofrece una sobria originalidad jalisciense en muchos detalles. Una mujer guapa, treintañera, de carácter sereno, cuida la atención a los clientes, el funcionamiento del lugar. Un disco de Jorge Drexler se escucha sin estridencia.

“El boom latinoamericano vuelve a escena”. Así iniciaba el 9 de octubre pasado una de las múltiples notas que anunciaron que Mario Vargas Llosa había obtenido el Premio Nobel de Literatura 2010. Miguel Ángel Asturias y Gabriel García Márquez son sus predecesores pertenecientes al “boom latinoamericano”, ese canon surgido por las legendarias entrevistas-ensayos de Luis Harss, cuando en 1966 tradujo del inglés su propio libro Into the Mainstream y lo publicó en español bajo el título de Los Nuestros.

Vargas Llosa ya había iniciado la construcción de su “catedral de conversaciones” —como me gusta pensar el portento de toda su obra, pues siempre me ha parecido que su contar historias, su narrar ideas a través de su escritura nunca se desprende del todo de su raíz conversacional—, y vivía en París cuando Julio Cortázar se lo recomendó a Harss.

Harss ya se había encontrado con Cortázar y fue éste el que le dio el envión para saber que un libro como Los Nuestros era posible. Cortázar le dijo: “¿Sabés que hay otro tipo, acá a la vuelta, que se llama Mario Vargas Llosa? Ha publicado un solo libro, no es muy conocido todavía, pero es un excelente escritor. Te lo recomiendo”. Así comenzó Harss a confeccionar su libro que, como es bien sabido, se convirtió en el canon de la literatura latinoamericana en esos años, cosa que, sin embargo, no era su intención; además a los diez escritores que incluyó los completaban, como buenos creadores, por lo menos otros seis o siete en ese entonces.

“Aunque Los Nuestros no se reedita desde hace más de treinta años, sigue leyéndose como la carta de navegación sobre una cultura que en menos de tres décadas se liberó de la modorra regionalista y de la retórica pomposa para salir al encuentro de lectores ávidos, a los que les hablaba en su lengua de todos los días y les contaba historias con las que podían identificarse fácilmente”, apuntó Tomás Eloy Martínez al presentar una ilustradora entrevista con Harss.

II - Las campanas de la Basílica reverberan en el ámbito de La Hostería del Ángel. La atenta mujer observa que volteo a verla luego de levantar mi mirada de la taza de café y acto seguido va por la jarra y me llena la taza. Drexler sigue inundando el recinto. Escucho mis “notas de voz” en el teléfono. Luego de considerar darle un vuelco a estos apuntes que se han venido dando sin dirección precisa, sólo avanzando junto con la mañana, pienso que, al seguir con lo que sigue, seguiré apuntando sobre canonizados. Una de mis notas grabadas refiere el canon de la revista Granta, una publicación de Gran Bretaña que aparece con cada estación, el número de otoño ofrece “los mejores narradores jóvenes en español”.

Granta ha hecho tradición exponer su apuesta —con gran tino, de ahí su popularidad— cada diez años. Ha señalado varias hornadas de escritores de habla inglesa que consideró habrían de fulgurar a lo largo de sus carreras. Esta vez lanzó además una lista proponiendo los nombres de 22 escritores en lengua española menores de 35 años.

Lo de Granta ya es noticia que pasó bajo el puente desde hace dos o tres semanas, pero vale la pena repasarla. De los 22 reconocidos en este novísimo canon sólo uno es mexicano, más: es tapatío, se llama Antonio Ortuño, quien con tres libros y uno en puerta llama al milagro de la lectura (algo bueno tiene al cabo el precepto). Ortuño tiene fama de ser mordaz y esgrimir una escritura satírica. Con él aparecen 8 argentinos, 6 españoles, 2 peruanos, 2 chilenos, y uno de Bolivia, de Uruguay y de Colombia.

III – La mañana me llama. La idea inicial ha sido hilvanar algunas de las notas grabadas en un solo texto, pero ya veo que al final las costuras serán notorias. Acaso por eso pienso, convenciéndome, que algunas podrían darle un aire de morral sesentero y otras ser identificadas con las mochilas (¿portafolios?) de estos años, digo, para no alejarnos de los apuntes I y II. La tercera nota emite la aproximación de la feria del libro. Harss o Granta —uno con entrevistas y notas críticas y los editores de la revista mostrando sendos relatos— han depositado su confianza basada en sus conocimientos (o reconocimiento de talentos), que en el fondo es un pacto con la propuesta implícita de que los ganadores al final sean los lectores.

“Ahora los jóvenes no tienen que matar al padre”, dicen que señaló Aurelio Major, uno de los editores de Granta en español. A partir de las ferias de libros, Guadalajara es sede de todas las escenas literarias, de todas las procesiones, de todos los happenings litúrgicos. Desde la ermita de culto marginal hasta las catedrales góticas, la provincia es global, dicta el cliché. Desde la magnificencia de una basílica hasta la más obscura sacristía, en la feria lo global de lo provinciano dilata todo boom. Así, imagino, todo canonizado deambula por estas calles de Dios entre santones y santitos de la literatura internacional y la literatura local. Entre sacerdotes y devotos en la Iglesia de las Letras. Y entre adoradores y divinos en las famosas capillitas de la región.

Entonces como ya viene la romería internacional del libro, el Concilio de la FIL puede evaluar la oportunidad de pensar en un salón con ese grupo que bien puede ser una nueva carta de navegación sobre una cultura que viene ya no liberándose de las generaciones anteriores —el boom de los sesenta hace años dejó de ser el referente de la literatura en lengua española; para fortuna de los lectores que no acostumbran ir a templos. Hoy “los nuestros” son, como entonces, muchos más que los enlistados… Pero un salón así bien vale una misa. No para quienes sueñan con mármol, sino para quienes, bienaventurados, creen en la literatura sin esperar la eternidad.

*[BOX SIDE I]*
Los canonizados por Granta
Argentina: Oliverio Coelho, Federico Falco, Matías Néspolo, Andrés Newman, Paola Oloixarac, Patricio Pron, Lucía Puenzo y Samanta Schweblin
Bolivia: Rodrigo Hasbún
Chile: Carlos Labbé y Alejandro Zambra
Colombia: Andrés Felipe Solano
España: Andrés Barba, Pablo Gutiérrez, Javier Montes, Elvira Navarro, Alberto Olmos y Sonia Hernández
México: Antonio Ortuño
Perú: Santiago Roncagliolo y Carlos Yushimito del Valle
Uruguay: Andrés Ressia Colino

*[BOX SIDE II]*
Los Canonizados por Harss
Alejo Carpentier
Miguel Ángel Asturias
Jorge Luis Borges
Joao Guimaraes Rosa
Juan Carlos Onetti
Julio Cortázar
Juan Rulfo
Carlos Fuentes
Gabriel García Márquez
Mario Vargas Llosa

 

Lucrecio-Petra@tx.rr.com

 

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