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908 18 Octubre 2011

Guadalajara se lució como nunca
Manuel González Arizpe

Monterrey.- Por fin se llegó la fecha, y los tan esperados juegos Panamericanos Guadalajara 2011 no defraudaron a nadie, antes bien dejaron con la boca abierta a la mayoría. Desde las proximidades del Omnilife, el ambiente se animaba con un espectáculo aéreo de aviones mono motores que simulaban estar trenzados  en combate, emulando las hazañas del Barón Rojo.

Pero ese era sólo el inicio; los Huey de los federales hicieron constantes sobre vuelos durante todo el tiempo de la ceremonia, aprovechando la sinergia de vigilar y ser observados por los espectadores que no llenaban de ver sus evoluciones. Fue el turno para los paracaidistas que se lanzaron despidiendo humo de colores y ondeando banderas mexicanas. Pero el paso de un Boeing custodiado de sendos F 16 una y otra vez fue sencillamente espectacular.

Y todo eso sin entrar al estadio, al llegar a las inmediaciones más de un medio centenar de stands daban la bienvenida a los asistentes, ofreciendo toda clase de souvenirs, por ahí deambulaban las mascotas de los juegos y los entusiastas hacían largas filas para tomarse una foto con ellos.

La seguridad no podía faltar y antes de poder ingresar al estadio de las Chivas había que pasar una estricta aduana vigilada por fuerzas  federales. Y por fin, llegar a la butaca, en donde una bolsa fluorescente esperaba ser abierta para obsequiar una lamparita, aplaudidores y un instructivo que amablemente pedía colaborar con el espectáculo, lo que increíblemente hicimos la mayoría.

El que llamó la atención poderosamente a su paso y se robó la atención fue el popular “Juanito”, a quien ya vitoreaban, o le pedían incesantemente posar para alguna foto: “¡Presidente, presidente!, le gritaban algunos, ya influidos por la espumeante bebida que no podía faltar.

Por fin llegó el momento de la ceremonia: las mascotas salieron y bailaron para calentar el ambiente y empezar una cuenta regresiva. Chente, enfundado en su impecable de charro, salió a cantar al Himno. Si se equivocó, fue algo que en ese momento a los asistentes no les importó, cuando un centenar de bailarines a la usanza típica bailaban Jarabe Tapatío en el escenario y una veintena de Charros y Adelitas hacían evoluciones ecuestres de manera impecable.

El escenario sencillamente impresionante, con bailarines aéreos que hacían evoluciones por los aires y una enorme pantalla cilíndrica que subía y bajaba, lo mismo que todo el techo del graderío que se convirtió en otra pantalla enorme.

Maná, Lila Downs, y Juanes deleitaron a todos los que tuvimos el privilegio de estar ahí, y pudimos hacernos un poco presentes con esas lamparitas que en varios colores iluminaron el estadio, al ritmo de la música o haciendo la popular ola, esta vez luminosa. Por fin salieron una a una las delegaciones con las que el público se retroalimentaba de su algarabía, coreando, cantando, bailando, o con el consabido y esperado: ¡México, clap, clap, clap…!

Cabe resaltar el vestuario de la delegación mexicana, nunca se ha visto “y espero que se convierta en tradición” una delegación tan bien enfundada en una traje de charro, eso se quedará como un privilegio visual y patriótico para quienes tuvimos la fortuna de ser testigos del hecho.

El paso de las banderas en las que no podía faltar nuestro Daniel Bautista, fue otro detalle importante, y el encendido del pebetero, ni que decir, con Enriqueta Basilio llegando al estadio con la antorcha  y Paola Espinosa que encendió el pebetero para salir volando por los aires en acrobático cierre, volando por los aires sujeta por cables, y con una gracia que sólo una campeona olímpica de clavados podría tener. En ese momento los juegos pirotécnicos hicieron cimbrar el Omnilife.

Los discursos, tanto el de Calderón, como el de Emilio González Márquez, cortos y buenos, que según se dice son doblemente buenos, y fueron muy vitoreados (por increíble que les parezca). No así la intervención de Mario Vázquez Raña, quien  lució muy impreciso, tal vez algo nervioso por los constantes abucheos.

Y para cerrar con  broche de oro… no podía ser ningún otro, solamente El Potrillo Alejandro Fernández, que cantando un mismo sol  puso punto final a una noche para el recuerdo.


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